No sé quién gobernará Gringolandia y tampoco es que me importe mucho, solo me pone a pensar en el hecho de que hagan ese tipo de espectáculos considerando a las personas asistentes a los circos en donde ellos son los payasos con los peores contratos, pero más pena me da de la gente que les cree que volverán alguna vez a freír patatas en un establecimiento en donde la gran mayoría son trabajadores latinos que tanto detestan y critican, o que cambiarán de opinión o lucharán por leyes justas en cuanto al derecho a la vida antes del nacimiento.

Allá cada quien en su cantón...

Ahora, quiero escribir, una experiencia reciente que me pasó con un vecino, persona solitaria de la tercera edad que recibió a su hijo mayor, a su esposa y al único chamaco de los dos, hace más o menos cuatro meses atrás. Todo bien hasta ahí, pero, como hace un par de semanas, mi esposa y yo comenzamos a escuchar llantos exagerados, gritos, peleas entre ese padre dueño de la casa y su hijo mayor, no paraban cada noche.

Me encontré ayer con mi vecino en la panadería del sector y le pregunté sobre los gritos inusuales, le dije que si algo podía hacer para ayudarlo, que si estaba sufriendo de violencia intrafamiliar, me lo dijera sin problemas porque, aunque no soy la ley y el orden, puedo llamar a la policía antes de que alguien más osado de los vecinos lo haga con malas intenciones y las cosas acaben mal.

Le dije eso justo porque Marcela y yo escuchamos siempre los gritos y peleas, los llantos desmedidos del hijo de la pareja, justo porque una de las ventanas colinda con el espacio que me corresponde, le dije que debería tener más cuidado porque por ahí, nunca falta el que sin indagar primero puede llamar a las autoridades creando hasta una historia de maltrato infantil cuando cabe la posibilidad de que no exista, es que, para qué negarlo, el chamaquito nos golpea no solo los oídos con unos alaridos como si lo estuvieran matando, no es una ópera lírica melodiosa, en cierta manera es hasta fastidioso, roba la concentración de todos los cercanos a esa propiedad.

Ya nos entregaron los pedidos en la caja y salimos, íbamos caminando juntos y me contó lo que pasaba: Hay un problema con el chamaco de 10 años debido a que, desde que empezó a utilizar más de la cuenta los juegos de video tiene un comportamiento incorregible. Ese abuelo me comentó que su hijo obró mal desde el momento en que ingresó ese aparato al dormitorio del pequeño porque lo que pensó que sería un desestresante mientras él y su esposa salían a trabajar y dejaban al hijo en la casa con una niñera, pero que ahora se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para él como padre.

El hijo de mi vecino no le pega a su hijo ni nada que se le parezca, sino que, apenas intentan apagar el aparato y separarlo de la silla de gamer hasta se tira al suelo. "Comportamiento típico de niños ratas", pensé en mi interior.

Las peleas entre estos dos familiares se dan también porque mi vecino dice que su hijo es quien le auspició a su nieto largos periodos frente al "gameplay" sin poner restricciones; después de escucharlo y ya antes de despedirnos, le dije que buscara ayuda profesional para su nieto, que lo llevaran a un psicólogo infantil para que trate en él esa dependencia a los juegos de video porque tarde que temprano se puede volver contraproducente, si no lo es ya.

Como padres, ¿hasta qué punto podemos ser permisibles?, ¿hasta dónde llega el límite de la complacencia?, ¿les enseñamos a nuestros hijos el sentido de la responsabilidad siendo espejos en vez de gritarles pensando con esto que tenemos más autoridad, pero que con el ejemplo borramos todo lo que bufamos?

Solo quiero decirles que si están emproblemados con una situación como la que les comparto, es hora de que comiencen a empacar esos distractores supuestamente antiestrés y les digan, cueste lo que cueste: ¡ADIÓS GAMEPLAY!

Recuerden que hay más cosas fuera del mundo cibernético que nos pintan verdaderas playas de Bora Bora, pero que podemos lastimarnos de gravedad o de muerte si decidimos sumergirnos en ellas porque por dentro puede que tengan corrientes mortales, llenas de medusas y también cortantes corales.

Ya los leo más tarde.

Chau.

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ENGLISH VERSION:

How's it going, Blurt folks?

Before I howled with anger, but now I laugh like a hyena at what politicians do for a vote. It is no secret that the elections in Gringolandia are about to take place and that both candidates are visiting the undecided sectors, Mrs. Harris (the successor by default of Joe Biden "AI"), agrees with abortion (in fact, it is part of the Democratic policy package) and is going to grovel and lick the boots of the Christians of a church, who, in their great majority, are people who are in favor of life from the mother's womb.

But the other candidate, Mr. Trump, whom my oldest puppy usually calls "special agent orange" because of his skin tone, was more brazen when he went to a Ronald McDonald clown's restaurant (who looks more like Pennywise the clown from the movie It), to serve the customers, but not before going to the kitchen of the establishment to fry some potatoes, so much so that it has gone viral, the title is trending on most social networks.