Jueves, 19 de septiembre, 2024.
Ayer tuve un día pesado, no tanto por las horas de trabajo que a diario debo cubrir (y más si ya estoy acostumbrada), sino porque escuché tantas quejas de un lado y de otro que se me hizo imposible digerir todas las palabras que salieron de labios resentidos que solo tiran la culpa a los demás, que todos los demás son malos, que todos los demás son sus demonios mientras estas personas se transforman en víctimas o en seres con altas dosis de sabiduría y justicia por sí solas porque en realidad están en la misma condición de todos los seres humanos.
Me gusta esta píldora de psicología, si desean pueden escucharla, no es larga y tiene mucha sustancia.
La queja en su forma más básica es una expresión de insatisfacción. En la sociedad actual su impacto es profundo y multifacético, pues vivimos en un entorno hiperconectado en donde esta ha encontrado múltiples plataformas para difundirse, por ejemplo, redes sociales o medios digitales, esto, debido a la facilidad de acceso a la opinión pública que amplifica la voz del individuo haciendo que la queja ya no sea solo un acto privado, sino un fenómeno de masas que puede tornarse viral.
En tema de contextos la queja no es sinónimo de protesta cuando percibimos alguna acción como injusta, desigual o mal estructuradaque puede llegar a connvertirse en un catalizador del cambioque lleva a la sociedad al siguiente nivel de reflexión para que luego se actúe sobre las fallas que luego deben ser enmendadas.
La queja se ha tornado en una práctica cotidiana, casi automática, y es que en muchos casos esta ya no es un medio que intenta con falsedad buscar soluciones rápidas o desahogos de problemas, sino que se deja ver claramente como una forma de aumentar y reforzar el malestar, lo que puede generar una cultura de victimización, de infantilizacion, en donde el enfoque se centra más en identificar las dificultades para intensificarlas en vez de trabajar sobre ellas para solucionarlas.
Creo que el constante flujo de quejas en la esfera pública puede llevar a la parálisis social, a un estado donde todos están inconformes, pero pocos toman acciones efectivas y más en una era en donde el individualismo se ha fortalecido apareciendo un choque entre la expectativa personal y la realidad colectiva.
La frustración ante la incapacidad del mundo de satisfacer nuestras demandas puede llevarnos a olvidar que somos parte de una comunidad más amplia, donde nuestras acciones quejumbrosas impactan a otros, y más cuando no se canalizan para deshacerse de ellas y conseguir un aspecto constructivo de la vida.
Este enfoque constante en lo negativo no solo desgasta emocionalmente, sino que también afecta la manera en que interactuamos con los demás porque puede cansar a las personas cercanas al crear una atmósfera de pesimismo que otros no quieren tener en sus vidas, aparte de que el resto percibe que una persona quejosa de profesión es alguien difícil de complacer por siempre encontrar fallas, lo que debilita las relaciones interpersonales y fomenta un ambiente de frustración.
Es tanto lo que la queja puede hacer de manera negativa que llega a despojar a alguien de esa sensación de control, paciencia y adaptabilidad sobre su propia vida y las dificultades que se le presentan. Cuando una persona se enfoca tanto en verbalizar sus insatisfacciones a menudo gasta la energía que podría utilizarse para resolver el problema.
Creo que la queja puede envolver a alguien en una burbuja de mentira, una burbuja que no se rompe desde el exterior y que se ha creado solo con el afán de manipular, esto puede generar grandes sobrecargas de estrés y ansiedad, sin contar con la cantidad de desgaste diario que a la larga fragmenta la cohesión social, generando divisiones innecesarias para, sin remedio, entrar a un estancamiento del progreso que como seres humanos debemos tener continuamente.
Esta fue una publicación de jueves.
Gracias por pasarse a leer un rato, amigas, amigos, amigues de Blurt.
Que tengan un excelente día y que Dios los bendiga grandemente.
Saludines, camaradas blurtinenses!!
Thursday, september 19th, 2024.
Yesterday I had a tough day, not so much because of the hours of work I have to cover every day (and even more so if I'm already used to it), but because I heard so many complaints from one side and the other that it was impossible for me to digest all the words that came out of resentful lips that only blame others, that everyone else is bad, that everyone else is their demons while these people become victims or beings with high doses of wisdom and justice on their own because in reality they are in the same condition as all human beings.
I like this pill of psychology, if you want you can listen to it, it's not long and it has a lot of substance.
Complaints in their most basic form are an expression of dissatisfaction. In today's society, their impact is profound and multifaceted, as we live in a hyper-connected environment where they have found multiple platforms to spread, for example, social networks or digital media, due to the ease of access to public opinion that amplifies the voice of the individual, making the complaint no longer just a private act, but a mass phenomenon that can become viral.
In terms of contexts, complaints are not synonymous with protest when we perceive some action as unfair, unequal or poorly structured, which can become a catalyst for change that takes society to the next level of reflection so that action can then be taken on the faults that must then be corrected.
Complaining has become an everyday, almost automatic practice, and in many cases it is no longer a means of falsely seeking quick solutions or vents of problems, but rather it is clearly seen as a way of increasing and reinforcing discomfort, which can generate a culture of victimization, of infantilization, where the focus is more on identifying difficulties to intensify them instead of working on them to solve them.
I believe that the constant flow of complaints in the public sphere can lead to social paralysis, to a state where everyone is dissatisfied, but few take effective action, especially in an era where individualism has been strengthened, appearing a clash between personal expectations and collective reality.
Frustration at the world's inability to satisfy our demands can lead us to forget that we are part of a broader community, where our complaining actions impact others, and even more so when they are not channeled to get rid of them and achieve a constructive aspect of life.
This constant focus on the negative not only drains us emotionally, but it also affects the way we interact with others because it can tire out those close to us by creating an atmosphere of pessimism that others do not want in their lives, and others perceive a professional complainer as someone who is difficult to please because they are always finding fault, which weakens interpersonal relationships and fosters an environment of frustration.
Complaining can do so much in a negative way that it can rob someone of that feeling of control, patience, and adaptability over their own life and the difficulties that arise. When a person focuses so much on verbalizing their dissatisfaction, they often waste energy that could be used to solve the problem.
I believe that complaining can envelop someone in a bubble of lies, a bubble that cannot be broken from the outside and that has been created only with the desire to manipulate. This can generate great overloads of stress and anxiety, without taking into account the amount of daily wear and tear that in the long run fragments social cohesion, generating unnecessary divisions that, without remedy, lead to a stagnation of progress that we as human beings must continually have.
This was a thursday post.
Thanks for stopping by to read for a while, Blurt friends.
Have a great day and may God bless you greatly.
Regards, comrades blurtarians!!
Translation: Deepl.com