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Sábado, 18 de enero, 2025.
Colombia se jacta de ser el país cafetero, en parte me siento orgullosa de eso, pero, ¿sabemos por qué?, ¿por qué le tenemos tanto aprecio y respeto al café en todo el país? Aquí lo llamamos "tinto" o "tintico" de cariño. El café es parte de la dieta de las mesas colombianas a cualquier hora del día, es igual de consumido que el aguardiente, el buñuelo, o que las historias de Gabriel García Márquez.
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El café tiene una historia fascinante que conecta a diversas culturas a lo largo de los siglos. Se dice que su origen se encuentra en las tierras altas de Etiopía, donde, según una leyenda, un pastor llamado Kaldi notó que sus cabras se llenaban de energía después de comer unas bayas rojas de un arbusto. Intrigado, llevó las bayas a un monasterio cercano, donde los monjes descubrieron que, al preparar una infusión con ellas, podían mantenerse despiertos durante largas horas de oración. Así comenzó un viaje que llevaría al café a convertirse en una bebida universal.
Desde África, el café cruzó el Mar Rojo hasta Arabia, donde se perfeccionó el arte de cultivarlo y tostarlo. Para el siglo XV, las primeras cafeterías comenzaron a aparecer en ciudades como La Meca y El Cairo, convirtiéndose en espacios de encuentro para compartir ideas, debatir y socializar. Estas "casas del café" eran más que simples lugares de consumo; se convirtieron en centros culturales que fomentaban el intercambio de conocimientos.
Con el tiempo, el café continuó su expansión, llegando a Europa en el siglo XVII. Al principio, algunos lo consideraron controvertido, apodándolo "la bebida del diablo", pero pronto ganó popularidad en ciudades como Londres, París y Venecia. Las cafeterías europeas se transformaron en escenarios de revolución intelectual, frecuentadas por artistas, filósofos y comerciantes. Fue en estos espacios donde surgieron ideas que darían forma a movimientos culturales y científicos que marcaron la historia.
La llegada del café al continente americano estuvo vinculada al comercio colonial. Países como Brasil y Colombia se convirtieron en gigantes de su producción, gracias a sus climas favorables y al auge de las plantaciones. A lo largo de los siglos, el café dejó de ser un lujo reservado para las élites y se transformó en un elemento cotidiano, adaptándose a las tradiciones y gustos de cada región.
Cada taza cuenta una historia, desde las manos que cultivan los granos hasta las que los transforman en una experiencia única. Aunque su origen se remonta a siglos atrás, el café sigue reinventándose, recordándonos cómo algo tan sencillo puede unirnos a través del tiempo y la geografía. El café es un universo en sí mismo, lleno de matices y posibilidades que reflejan la riqueza de su origen y el ingenio humano. Existen innumerables tipos de café, cada uno con su carácter particular, definido por la región donde se cultiva, las condiciones climáticas, y el cuidado que se pone en su cultivo y procesamiento.
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Los granos de café pueden dividirse principalmente en dos especies: arábica y robusta. El arábica, suave y complejo, es conocido por su acidez brillante y sus notas afrutadas o florales, mientras que el robusta, más intenso y amargo, se caracteriza por un cuerpo más robusto y un contenido mayor de cafeína. Ambos tienen su encanto y han encontrado un lugar en las preferencias de los amantes del café.
La preparación es un arte que varía enormemente según la cultura y el gusto personal. Una de las formas más simples y tradicionales es la infusión, como el café de olla en México, donde los granos molidos se combinan con agua caliente, canela y piloncillo para crear una bebida reconfortante y especiada. En contraste, el espresso es una expresión de intensidad y precisión: una extracción rápida y concentrada que revela el alma de los granos en un sorbo pequeño. El método de filtro, por otro lado, ofrece una experiencia más delicada. Utilizando dispositivos como la Chemex o el V60, se busca resaltar los matices más sutiles del café. Aquí, el agua caliente fluye lentamente a través del café molido, permitiendo una extracción equilibrada que resalta la complejidad del perfil de sabor.
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El café turco, con su rica historia, nos invita a saborearlo de manera diferente. Molido finamente hasta casi convertirse en polvo, se hierve junto con agua y azúcar en una pequeña olla de cobre, produciendo una bebida espesa y aromática que se sirve sin filtrar. Por su parte, el café italiano nos regala el capuchino, el latte y el macchiato, combinaciones de expresso y leche que equilibran la intensidad con la suavidad.
En las regiones frías, las bebidas con café suelen incluir ingredientes que calientan el alma, como crema, chocolate o especias. Por otro lado, en climas más cálidos, el café frío, ya sea en forma de cold brew o frappé, ofrece un respiro refrescante. En Asia, se han popularizado preparaciones únicas, como el café vietnamita con leche condensada, una mezcla dulce y cremosa que se disfruta tanto caliente como con hielo.
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Preparar café no es simplemente un proceso mecánico; es un ritual que invita a la introspección o al disfrute compartido. Desde la elección del grano hasta el método de preparación, cada decisión transforma la bebida en algo único. Más allá de las técnicas y los tipos, lo que hace al café especial es cómo se adapta a nuestros momentos: un compañero silencioso en la soledad, el inicio de una charla entre amigos o el impulso necesario para enfrentar un día.
Y estuve leyendo sobre alguna efeméride y me topé con que hoy se celebra al café gourmet, el cual, es considerado más que una bebida y un negocio porque se transforma en una experiencia cuidadosamente diseñada para deleitar los sentidos. Se trata de un café que va más allá de lo cotidiano, donde cada etapa, desde el cultivo hasta la taza, es tratada con un nivel de detalle que refleja respeto por el grano y por quienes lo disfrutan. Hablar de café gourmet es hablar de calidad, de una búsqueda incansable por perfeccionar el sabor, la textura y el aroma.
Tenor
Todo comienza en el origen, en fincas especializadas que cultivan variedades específicas bajo condiciones ideales de clima, altitud y suelo. Los granos seleccionados para café gourmet suelen ser de la especie arábica, conocida por su complejidad y delicadeza. Sin embargo, no es solo la especie lo que marca la diferencia, sino el cuidado con el que se cosechan, a menudo a mano, para seleccionar únicamente las cerezas en su punto exacto de maduración. Este proceso asegura que el sabor sea puro, sin defectos que puedan opacar su carácter.
El proceso de beneficiado es igual de meticuloso. Desde el método lavado, que resalta notas brillantes y limpias, hasta el natural, que conserva las dulzuras frutales y los cuerpos robustos, cada decisión impacta el perfil final del café. Incluso el tostado, esa etapa donde los granos verdes se transforman en una sinfonía de aromas y sabores, es realizado por artesanos que buscan un equilibrio perfecto entre destacar las cualidades naturales del grano y añadir profundidad.
El café gourmet no solo se trata de origen y proceso, sino también de cómo se prepara. Aquí, cada detalle importa: la molienda adecuada, la proporción exacta de agua y café, la temperatura precisa y el método que mejor resalte los atributos del grano. Puede ser un espresso intenso que encierra en su cuerpo corto una historia compleja, o un vertido manual que ofrece un perfil más suave y detallado. En cada sorbo, se perciben capas de sabor que invitan a detenerse, a observar las notas cítricas, achocolatadas, florales o especiadas que emergen con el tiempo.
El café gourmet no es solo para el paladar; también apela a la conciencia. Cada taza es un reflejo del trabajo de pequeños productores, de prácticas sostenibles y de un esfuerzo por valorar lo artesanal sobre lo masivo. Es un recordatorio de que detrás de un grano perfecto hay manos dedicadas, historias y paisajes que merecen ser reconocidos. Sí he tenido la oportunidad de disfrutar de una taza de café gourmet y sí se lo puede considerar un acto de conexión.
Conexión con los orígenes, con los procesos, con el momento presente. No es algo que se beba con prisa, se saborea con calma, permitiendo que cada sorbo cuente su historia de manera simbólica a través del sentido del gusto y el olfato. Independiente a esto, sé que el café es mucho más que una bebida caliente, fría o helada porque su aroma particular evoca mañanas llenas de posibilidades, conversaciones íntimas y pausas necesarias en el ajetreo de la vida y más si está acompañado de un buen blues.
Esta fue una publicación de sábado.
Gracias por pasarse a leer un rato, amigas, amigos, amigues de Blurt.
Que tengan un excelente día y que Dios los bendiga grandemente.
Saludines, camaradas blurtinenses!!
Saturday, january 18, 2025.
Colombia prides itself on being the coffee-producing country, and I'm partly proud of that, but do we know why? Why do we have so much appreciation and respect for coffee throughout the country? Here we call it "tinto" or "tintico" out of affection. Coffee is part of the diet on Colombian tables at any time of the day, and is consumed just as much as aguardiente, buñuelo, or the stories of Gabriel García Márquez.
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Coffee has a fascinating history that connects diverse cultures throughout the centuries. It is said to have originated in the highlands of Ethiopia, where, according to legend, a shepherd named Kaldi noticed that his goats became energized after eating some red berries from a bush. Intrigued, he took the berries to a nearby monastery, where the monks discovered that by brewing them, they could stay awake for long hours of prayer. Thus began a journey that would lead to coffee becoming a universal beverage.
From Africa, coffee crossed the Red Sea to Arabia, where the art of growing and roasting it was perfected. By the 15th century, the first coffee houses began to appear in cities like Mecca and Cairo, becoming meeting places for sharing ideas, debating, and socializing. These “coffee houses” were more than just places of consumption; they became cultural centers that encouraged the exchange of knowledge.
Over time, coffee continued to expand, reaching Europe in the 17th century. At first, some considered it controversial, dubbing it "the devil's drink," but it soon gained popularity in cities like London, Paris, and Venice. European coffee houses became scenes of intellectual revolution, frequented by artists, philosophers, and merchants. It was in these spaces that ideas emerged that would shape cultural and scientific movements that marked history.
The arrival of coffee to the American continent was linked to colonial trade. Countries like Brazil and Colombia became giants in its production, thanks to their favorable climates and the rise of plantations. Over the centuries, coffee ceased to be a luxury reserved for the elites and became an everyday item, adapting to the traditions and tastes of each region.
Each cup tells a story, from the hands that grow the beans to those that transform them into a unique experience. Although its origin dates back centuries, coffee continues to reinvent itself, reminding us how something so simple can unite us across time and geography. Coffee is a universe in itself, full of nuances and possibilities that reflect the richness of its origin and human ingenuity. There are countless types of coffee, each with its own particular character, defined by the region where it is grown, the climatic conditions, and the care that is put into its cultivation and processing.
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Coffee beans can be divided mainly into two species: Arabica and Robusta. Smooth and complex, Arabica is known for its bright acidity and fruity or floral notes, while Robusta, more intense and bitter, is characterized by a more robust body and higher caffeine content. Both have their charm and have found a place in the preferences of coffee lovers.
Preparation is an art that varies greatly depending on culture and personal taste. One of the simplest and most traditional forms is infusion, such as café de olla in Mexico, where ground beans are combined with hot water, cinnamon and piloncillo to create a comforting, spicy drink. In contrast, espresso is an expression of intensity and precision: a quick, concentrated extraction that reveals the soul of the beans in a small sip. The filter method, on the other hand, offers a more delicate experience. Using devices such as the Chemex or the V60, the aim is to bring out the most subtle nuances of the coffee. Here, hot water flows slowly through the ground coffee, allowing for a balanced extraction that highlights the complexity of the flavor profile.
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Turkish coffee, with its rich history, invites us to savor it differently. Finely ground to near-powder, it is boiled together with water and sugar in a small copper pot, producing a thick, aromatic drink that is served unfiltered. Italian coffee, meanwhile, gives us the cappuccino, latte, and macchiato—expresso-and-milk combinations that balance intensity with smoothness.
In cold regions, coffee drinks often include soul-warming ingredients like cream, chocolate, or spices. In warmer climates, on the other hand, cold coffee, whether in the form of cold brew or frappé, offers a refreshing respite. In Asia, unique preparations have become popular, such as Vietnamese coffee with condensed milk, a sweet and creamy concoction that is enjoyed both hot and iced.
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Preparing coffee is not simply a mechanical process; it is a ritual that invites introspection or shared enjoyment. From the choice of beans to the preparation method, each decision transforms the drink into something unique. Beyond the techniques and types, what makes coffee special is how it adapts to our moments: a silent companion in solitude, the beginning of a conversation between friends or the necessary boost to face a day.
And I was reading about some anniversary and I came across that today we celebrate gourmet coffee, which is considered more than a drink and a business because it is transformed into an experience carefully designed to delight the senses. It is a coffee that goes beyond the everyday, where each stage, from cultivation to the cup, is treated with a level of detail that reflects respect for the bean and for those who enjoy it. To talk about gourmet coffee is to talk about quality, about a tireless search to perfect the flavor, texture and aroma.
Tenor
It all starts at the source, on specialized farms that grow specific varieties under ideal climate, altitude, and soil conditions. The beans selected for gourmet coffee are usually of the Arabica species, known for its complexity and delicacy. However, it is not just the species that makes the difference, but the care with which they are harvested, often by hand, to select only the cherries at their exact point of ripeness. This process ensures that the flavor is pure, without defects that can overshadow its character.
The processing process is equally meticulous. From the washed method, which highlights bright and clean notes, to the natural method, which preserves fruity sweetness and robust bodies, every decision impacts the final profile of the coffee. Even roasting, that stage where green beans are transformed into a symphony of aromas and flavors, is carried out by artisans who seek a perfect balance between highlighting the natural qualities of the bean and adding depth.
Gourmet coffee is not only about origin and process, but also how it is prepared. Here, every detail matters: the right grind, the exact ratio of water to coffee, the precise temperature, and the method that best highlights the attributes of the bean. It can be an intense espresso that encloses a complex story in its short body, or a hand-poured one that offers a smoother, more detailed profile. In each sip, you perceive layers of flavor that invite you to stop, to observe the citrus, chocolate, floral, or spicy notes that emerge over time.
Gourmet coffee is not just for the palate; it also appeals to the conscience. Each cup is a reflection of the work of small producers, of sustainable practices, and of an effort to value the artisanal over the mass-produced. It is a reminder that behind a perfect bean there are dedicated hands, stories, and landscapes that deserve to be recognized. Yes, I have had the opportunity to enjoy a cup of gourmet coffee and yes, it can be considered an act of connection.
Connection with the origins, with the processes, with the present moment. It is not something to be drunk in a hurry, it is to be savoured calmly, allowing each sip to tell its story in a symbolic way through the sense of taste and smell. Regardless of this, I know that coffee is much more than a hot, cold or iced drink because its particular aroma evokes mornings full of possibilities, intimate conversations and necessary pauses in the hustle and bustle of life, and even more so if it is accompanied by a good blues.
This was a saturday post.
Thanks for stopping by to read for a while, Blurt friends.
Have a great day and may God bless you greatly.
Regards, comrades blurtarians!!
Translation: Deepl.com