[Esp/Eng] Publicación de martes // Tuesday post

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Martes, 21 de enero, 2025.

Juana siempre había sido reservada con el contacto físico. No es que no le gustara la cercanía con los demás, simplemente no podía evitar sentirse incómoda cada vez que alguien intentaba abrazarla. Era algo que venía arrastrando desde hacía años, un reflejo aprendido, quizás una coraza construida tras una infancia en la que los abrazos habían sido reemplazados por silencios o miradas evasivas. Había dejado de buscar ese consuelo antes de entender cuánto lo necesitaba.

Era una tarde gris cuando todo cambió. Su perro, Bruno, su fiel compañero por más de una década, había partido esa mañana. Había estado con ella en sus días buenos y en los malos, en los silencios más largos y en los momentos de risa. Su ausencia dejó un vacío que se sintió como un eco en cada rincón de su pequeña casa. Juana no lloró inmediatamente; en lugar de eso, se quedó sentada en el sofá, mirando un punto fijo, sintiendo cómo el silencio se volvía insoportable.

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Tenor

A medida que avanzaba el día, una sensación de soledad comenzó a apoderarse de ella, una que no recordaba haber sentido antes. Por primera vez en mucho tiempo, no bastaba con su rutina, con su fortaleza autoimpuesta. No podía ignorar esa necesidad que venía desde lo más profundo: necesitaba ser sostenida. Pero ¿por quién? Había pasado tanto tiempo aislada de ese tipo de consuelo que incluso la idea de buscarlo le parecía extraña. Y, sin embargo, en su mente apareció una imagen clara, casi infantil: su mamá.

Juana no era de esas personas que llamaban a casa todos los días. Había construido una relación cordial con su madre, pero algo se había perdido con los años, quizás por orgullo, quizás por miedo a enfrentarse a viejas heridas. Pero en ese momento, nada de eso importaba. Tomó el teléfono, marcó el número y, con voz entrecortada, dijo: “¿Puedo ir a verte?”.

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Tenor

Cuando llegó a casa de su mamá, el aroma familiar de café recién hecho la recibió como una ola de nostalgia. Su madre estaba en la cocina, como siempre, con el delantal puesto y una sonrisa tranquila que parecía decirle: "Sabía que vendrías". Juana no esperó a que su mamá dijera nada. La necesidad había crecido tanto que rompió la barrera de su incomodidad. Caminó hacia ella y, con los ojos llenos de lágrimas que ya no podía contener, abrió los brazos.

Su mamá no dijo nada, solo la abrazó. Fue un abrazo cálido, de esos que te envuelven y te hacen sentir como si todo fuera a estar bien, aunque solo sea por un momento. Juana sintió cómo la tensión acumulada en sus hombros se deshacía poco a poco. Recordó, como un susurro lejano, lo bien que se sentía ser abrazada cuando era niña, cuando aún creía que el mundo era simple y seguro. Era como volver a un lugar al que no sabía que todavía pertenecía.

El abrazo no resolvió todo, claro. Juana sabía que los traumas del pasado no desaparecen con un simple gesto. Pero en ese instante comprendió que pedir un abrazo no era un signo de debilidad, sino de valentía. Permitirse sentir, conectar y aceptar el cariño era una forma de sanar, aunque fuera un poco.

Esa noche, mientras volvía a casa, el vacío seguía ahí, pero algo había cambiado. Juana no se sentía sola. Había un calor nuevo, un destello de esperanza que le decía que tal vez, solo tal vez, abrirse a los demás no era tan aterrador como siempre había pensado.

FIN.

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Tenor

Estuve revisando las efemérides de hoy y escogí el tema de los abrazos porque casi en todos los países, el día de hoy le dan importancia a esa expresión humana que nos ha acompañado desde tiempos antiguos.

Un abrazo es mucho más que un gesto físico; es un lenguaje sin palabras, un puente entre emociones que a veces no pueden expresarse de otro modo. Hay algo muy de los seres humanos en la forma en que nos conectamos a través de ellos, como si nuestras almas encontraran un refugio temporal en el calor del otro. Los tipos de abrazos que damos y recibimos son tan variados como las relaciones que compartimos y los momentos que vivimos.

Está el abrazo fuerte, ese que casi nos deja sin aire, pero que al mismo tiempo nos llena de vida. Es el abrazo de la euforia, de quien no veía el momento de reencontrarse contigo. No necesita palabras porque lo dice todo: te extrañé, te quiero, estás aquí. Luego está el abrazo que dura un poco más, suave, pero intenso, ese que llega cuando las palabras sobran y la única forma de consolar, de entender, de acompañar, es sostener al otro en silencio. Es el abrazo del consuelo, el que nos permite ser vulnerables sin miedo al juicio.

El abrazo grupal tiene su magia única, una sensación de pertenencia que pocas cosas pueden igualar. Es la unión de varias energías, varias historias que se cruzan en un instante para crear algo más grande. En contraste, el abrazo íntimo, ese que se da en privado, tiene un carácter casi sagrado. Es el espacio donde no hay máscaras, donde uno puede entregarse por completo, confiando en que el otro hará lo mismo.

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Tener

Existen abrazos breves, casi fugaces, que pueden parecer insignificantes pero no lo son. Son los abrazos cotidianos, los que nos damos entre prisas o al final de un día largo. En su sencillez, nos recuerdan que estamos ahí, que la conexión sigue intacta a pesar de todo. Por otro lado, está el abrazo de los reencuentros, ese que rompe el tiempo y la distancia, en el que te das cuenta de que algunas cosas no cambian, que el cariño sigue vivo aunque los días hayan pasado.

Y no podemos olvidar esos abrazos que casi parecen accidentales, los tímidos, los que apenas tocan, pero que en el fondo son un acto de valentía. Hablan de alguien que quiere acercarse pero no sabe bien cómo, que teme el rechazo pero aún así lo intenta. También están los abrazos protectores, esos en los que uno se envuelve en los brazos del otro como si quisiera construir un muro contra el mundo. Son un recordatorio de que no estamos solos, de que hay alguien dispuesto a cuidarnos.

A veces un abrazo es tan breve como un parpadeo y otras veces parece durar una eternidad. Pero siempre, sin importar su forma o duración, lleva consigo una carga emocional que trasciende lo físico. Nos recuerda que, aunque las palabras puedan fallar, siempre habrá formas de conectar.

Los abrazos son una de esas pequeñas grandes cosas que hacen que la vida sea más ligera, puede ser un simple abrazo, pero siempre nos recuerda que darlo o recibirlo también es volar.

Esta fue una publicación de martes.

Gracias por pasarse a leer un rato, amigas, amigos, amigues de Blurt.

Que tengan un excelente día y que Dios los bendiga grandemente.

Saludines, camaradas blurtinenses!!

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Tuesday, january 29th, 2025.

Juana had always been reserved with physical contact. It wasn't that she didn't like being close to others, she just couldn't help but feel uncomfortable every time someone tried to hug her. It was something she had been dragging around for years, a learned reflex, perhaps a shell built after a childhood in which hugs had been replaced by silence or evasive glances. She had stopped seeking that comfort before she understood how much she needed it.

It was a grey afternoon when everything changed. Her dog, Bruno, her faithful companion for more than a decade, had left that morning. He had been with her on her good days and her bad, in the longest silences and in the moments of laughter. His absence left a void that was felt like an echo in every corner of her small house. Juana didn't cry immediately; instead, she sat on the couch, staring at a fixed point, feeling how the silence became unbearable.

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Tenor

As the day wore on, a sense of loneliness began to creep over her, one she didn’t remember feeling before. For the first time in a long time, her routine, her self-imposed strength, wasn’t enough. She couldn’t ignore that need that came from deep within: she needed to be held. But by whom? She had spent so much time cut off from that kind of comfort that even the idea of ​​seeking it seemed foreign. And yet, a clear, almost childlike image appeared in her mind: her mom.

Juana wasn’t one of those people who called home every day. She had built a cordial relationship with her mother, but something had been lost over the years, perhaps out of pride, perhaps out of fear of facing old wounds. But at that moment, none of that mattered. She picked up the phone, dialed the number, and, her voice breaking, said, “Can I come see you?”

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Tenor

When she arrived at her mother's house, the familiar aroma of freshly brewed coffee greeted her like a wave of nostalgia. Her mother was in the kitchen, as always, with her apron on and a calm smile that seemed to say, "I knew you'd come." Juana didn't wait for her mother to say anything. The need had grown so much that it broke the barrier of her discomfort. She walked towards her and, with her eyes full of tears that she could no longer contain, she opened her arms.

Her mother didn't say anything, she just hugged her. It was a warm hug, one of those that envelop you and make you feel like everything was going to be okay, if only for a moment. Juana felt the tension built up in her shoulders slowly melt away. She remembered, like a distant whisper, how good it felt to be hugged when she was a child, when she still believed the world was simple and safe. It was like returning to a place she didn't know she belonged to yet.

The hug didn't solve everything, of course. Juana knew that past traumas don't disappear with a simple gesture. But in that instant she understood that asking for a hug wasn't a sign of weakness, but of courage. Allowing herself to feel, connect, and accept affection was a way to heal, even if only a little.

That night, as she walked home, the emptiness was still there, but something had changed. Juana didn't feel alone. There was a new warmth, a glimmer of hope that told her that maybe, just maybe, opening up to others wasn't as scary as she had always thought.

FIN.

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Tenor

I was looking through today's anniversaries and I chose the topic of hugs because in almost all countries, today they give importance to that human expression that has accompanied us since ancient times.

A hug is much more than a physical gesture; it is a language without words, a bridge between emotions that sometimes cannot be expressed in any other way. There is something very human in the way we connect through them, as if our souls found a temporary refuge in the warmth of the other. The types of hugs we give and receive are as varied as the relationships we share and the moments we live.

There is the strong hug, the one that almost leaves us breathless, but at the same time fills us with life. It is the hug of euphoria, of someone who could not wait to meet you again. It does not need words because it says it all: I missed you, I love you, you are here. Then there is the hug that lasts a little longer, gentle but intense, the one that comes when words are superfluous and the only way to console, to understand, to accompany, is to hold the other in silence. It is the hug of consolation, the one that allows us to be vulnerable without fear of judgment.

The group hug has its unique magic, a feeling of belonging that few things can match. It is the union of various energies, various stories that intersect in an instant to create something bigger. In contrast, the intimate hug, the one that is given in private, has an almost sacred character. It is the space where there are no masks, where one can give oneself completely, trusting that the other will do the same.

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Tener

There are brief, almost fleeting hugs that may seem insignificant but they are not. They are the everyday hugs, the ones we give each other in a hurry or at the end of a long day. In their simplicity, they remind us that we are there, that the connection remains intact despite everything. On the other hand, there is the hug of reunions, the one that breaks time and distance, in which you realize that some things do not change, that affection is still alive even though the days have passed.

And we cannot forget those hugs that almost seem accidental, the timid ones, the ones that barely touch, but that deep down are an act of courage. They speak of someone who wants to get close but does not know how, who fears rejection but still tries. There are also protective hugs, those in which one wraps oneself in the arms of the other as if wanting to build a wall against the world. They are a reminder that we are not alone, that there is someone willing to take care of us.

Sometimes a hug is as brief as a blink of an eye, and other times it seems to last an eternity. But always, no matter its form or duration, it carries with it an emotional charge that transcends the physical. It reminds us that, although words may fail, there will always be ways to connect.

Hugs are one of those little big things that make life lighter, it can be a simple hug, but it always reminds us that giving or receiving one is also flying.

This was a tuesday post.

Thanks for stopping by to read for a while, Blurt friends.

Have a great day and may God bless you greatly.

Regards, comrades blurtarians!!

Translation: Deepl.com

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