[Esp/Eng] Publicación de martes // Tuesday post

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Martes, 14 de enero, 2025.

Según las efemérides, hoy es un día en donde se debe organizar el hogar. Creo que la idea es buena, no nueva, pero innovadora en este tiempo que nos permite recordar la importancia que el orden tiene dentro de nuestras prioridades.

El minimalismo es más que una tendencia estética que nos permite mantener todo en orden; es una filosofía que ha evolucionado a lo largo del tiempo, adaptándose y respondiendo a las inquietudes de cada época. Sus raíces se pueden rastrear hasta la antigüedad, cuando diversas culturas buscaban la simplicidad como una forma de alcanzar la pureza espiritual o la armonía con la naturaleza. En Netflix vi algunos capítulos del programa de hogar en el que Marie Kondo entregaba ideas para organizar las cosas sin morir en el intento y que todo sea entretenido en el proceso.

En la filosofía oriental, particularmente en el budismo zen, la idea de reducir lo innecesario para destacar lo esencial se traduce en una manera de vivir y de pensar. Esta visión también influyó en la arquitectura y el arte de Japón, donde el espacio vacío es tan importante como los elementos presentes, pero creo que tampoco se debe exagerar al copiar estas tendencias porque en vez de ser un descanso se vuelven una carga pesada de sobrellevar y puede llevarnos a estados ansiosos o depresivos.

En Occidente, el minimalismo comenzó a tomar forma en el siglo XX como una reacción contra los excesos del pasado. En el arte, surgió como un movimiento que desafiaba la complejidad y la ornamentación característica de épocas anteriores. Artistas como Donald Judd y Agnes Martin crearon obras que eliminaban cualquier distracción, buscando destacar la esencia misma de los materiales y las formas. Este enfoque también resonó en la arquitectura, con figuras como Ludwig Mies van der Rohe, cuyo lema "menos es más" se convirtió en un principio rector del diseño moderno. Sus edificios, limpios y funcionales, celebraban la conexión entre el espacio y el ser humano, despojándose de cualquier elemento superfluo.

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La influencia del minimalismo se extendió más allá del arte y la arquitectura. En la literatura, autores como Samuel Beckett exploraron la economía del lenguaje, mientras que en la música, compositores como Philip Glass experimentaron con patrones repetitivos y estructuras simples, sin embargo, el minimalismo no es solo una cuestión de estética; también es una respuesta cultural y filosófica a las dinámicas de la modernidad que generalmente está marcado por el consumismo y la acumulación, y debe existir un llamado a la consciencia, a la reducción y al propósito.

En décadas recientes, este enfoque ha resurgido con fuerza, especialmente en la vida cotidiana. Personas de todo el mundo han adoptado el minimalismo como una forma de contrarrestar el estrés, la distracción y la sobrecarga material que caracterizan a la sociedad contemporánea porque sienten que al despejar los espacios físicos, mentales y emocionales, muchos han encontrado una mayor claridad y satisfacción. Desde el diseño de interiores hasta los estilos de vida intencionales promovidos por figuras influyentes del espectáculo, el minimalismo ha trascendido su origen artístico para convertirse en una herramienta de transformación personal y colectiva.

Ordenar nuestras cosas no es solo un ejercicio práctico, tenemos que verlo como un acto de cuidado hacia el espacio que habitamos y, por extensión, hacia nosotros mismos. Encontrar formas de organizar para ahorrar espacio y crear armonía es, en el fondo, una manera de reconciliarnos con nuestro entorno y con el peso de los objetos que acumulamos. Cada cosa tiene un lugar, y descubrirlo puede ser tan satisfactorio como necesario.

El primer paso siempre es mirar con atención lo que tenemos. Es increíble cómo nos acostumbramos a convivir con objetos que no usamos, que no nos gustan o que ya no tienen un propósito claro. Reducir no es deshacerse de todo, sino quedarnos con aquello que realmente aporta valor y una vez que eliminamos lo innecesario (pero que a otro puede servirle si está en buen estado y lo donamos), ordenar se vuelve más intuitivo y menos abrumador.

Aprovechar el espacio vertical es una de las estrategias más subestimadas. Las paredes no solo son para cuadros, los estantes flotantes, las repisas y los ganchos bien colocados pueden transformar un lugar saturado en un refugio despejado. Es fascinante cómo un simple cambio de perspectiva, como mirar hacia arriba, puede abrir posibilidades que antes no considerábamos.

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El almacenamiento oculto también tiene un encanto particular. Muebles multifuncionales, como camas con cajones o mesas con compartimentos, son aliados perfectos para quienes buscan optimizar sin sacrificar estética. Este tipo de soluciones no solo libera espacio visual, sino que también fomenta la idea de que todo tiene su sitio. Saber dónde encontrar algo sin tener que buscarlo durante minutos interminables es una pequeña victoria diaria.

Las cajas y contenedores son herramientas versátiles, pero su magia está en la uniformidad. Elegir un estilo o color específico para ellos ayuda a crear un orden visual que calma y organiza al mismo tiempo. Etiquetar es otro detalle que, aunque pequeño, hace una gran diferencia. No solo facilita la vida, sino que también elimina la tentación de desordenar al buscar algo.

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Doblar y almacenar la ropa es otro arte en sí mismo. Técnicas como la de enrollar prendas en lugar de apilarlas pueden multiplicar el espacio en los cajones y, al mismo tiempo, hacer que todo sea más accesible. Colocar los objetos más usados al alcance de la mano también es clave. No tiene sentido esconder lo que utilizamos a diario detrás de lo que solo vemos ocasionalmente.

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Ordenar también implica un diálogo constante con el espacio. No es algo que se hace una vez y se olvida, sino un proceso vivo que evoluciona con nuestras necesidades. A veces, un pequeño ajuste, como mover un mueble o reorganizar una estantería, puede transformar por completo la sensación de un lugar. Y así, organizar el hogar no se trata solo de ahorrar espacio, sino de sentirnos bien en nuestros ambientes. Un lugar ordenado y armonioso nos devuelve una sensación de calma, de control y, sobre todo, de pertenencia.

Pero esta moda del minimalismo que nos impulsa a ordenar y tener todo en equilibrio no es estático, sigue evolucionando al compás de las necesidades humanas. Como escribí antes, no se trata de renunciar a todo ni de vivir con lo estrictamente necesario, sino de encontrar un equilibrio, de valorar el recordatorio constante de que en medio de la complejidad, la simplicidad no solo es un acto de cambio, sino también una puerta hacia una vida organizada que está dispuesta a enfrentar los retos en medio de una sociedad consumista, que en vez de ahorrar, desperdicia.

Esta fue una publicación de martes.

Gracias por pasarse a leer un rato, amigas, amigos, amigues de Blurt.

Que tengan un excelente día y que Dios los bendiga grandemente.

Saludines, camaradas blurtinenses!!

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Tuesday, january 14th, 2025.

According to the anniversaries, today is a day to organize the home. I think the idea is good, not new, but innovative in this time that allows us to remember the importance that order has within our priorities.

Minimalism is more than an aesthetic trend that allows us to keep everything in order; it is a philosophy that has evolved over time, adapting and responding to the concerns of each era. Its roots can be traced back to ancient times, when various cultures sought simplicity as a way to achieve spiritual purity or harmony with nature. On Netflix I saw some episodes of the home program in which Marie Kondo gave ideas to organize things without dying in the attempt and making everything entertaining in the process.

In Eastern philosophy, particularly in Zen Buddhism, the idea of ​​reducing the unnecessary to highlight the essential translates into a way of living and thinking. This vision also influenced the architecture and art of Japan, where empty space is as important as the elements present, but I think that one should not go overboard in copying these trends either because instead of being a relief they become a heavy burden to bear and can lead to anxious or depressive states.

In the West, minimalism began to take shape in the 20th century as a reaction against the excesses of the past. In art, it emerged as a movement that challenged the complexity and ornamentation characteristic of previous eras. Artists such as Donald Judd and Agnes Martin created works that eliminated any distractions, seeking to highlight the very essence of materials and forms. This approach also resonated in architecture, with figures such as Ludwig Mies van der Rohe, whose motto “less is more” became a guiding principle of modern design. His buildings, clean and functional, celebrated the connection between space and the human being, stripping away any superfluous elements.

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The influence of minimalism extended beyond art and architecture. In literature, authors such as Samuel Beckett explored the economy of language, while in music, composers such as Philip Glass experimented with repetitive patterns and simple structures. However, minimalism is not just a matter of aesthetics; it is also a cultural and philosophical response to the dynamics of modernity, which is generally marked by consumerism and accumulation, and there must be a call for consciousness, reduction and purpose.

In recent decades, this approach has re-emerged with force, especially in everyday life. People around the world have adopted minimalism as a way to counteract the stress, distraction and material overload that characterize contemporary society because they feel that by clearing physical, mental and emotional spaces, many have found greater clarity and satisfaction. From interior design to intentional lifestyles promoted by influential figures in the entertainment industry, minimalism has transcended its artistic origins to become a tool for personal and collective transformation.

Organizing our things is not just a practical exercise, we have to see it as an act of caring for the space we inhabit and, by extension, for ourselves. Finding ways to organize to save space and create harmony is, at its core, a way to reconcile ourselves with our environment and with the weight of the objects we accumulate. Everything has a place, and discovering it can be as satisfying as it is necessary.

The first step is always to look carefully at what we have. It's amazing how we get used to living with objects that we don't use, that we don't like, or that no longer have a clear purpose. Reducing is not getting rid of everything, but keeping what really adds value and once we eliminate what is unnecessary (but that can be useful to someone else if it is in good condition and we donate it), organizing becomes more intuitive and less overwhelming.

Taking advantage of vertical space is one of the most underrated strategies. Walls are not just for pictures, floating shelves, ledges, and well-placed hooks can transform a cluttered space into a clear refuge. It's fascinating how a simple change of perspective, such as looking up, can open up possibilities we didn't previously consider.

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Hidden storage also has a particular charm. Multifunctional furniture, such as beds with drawers or tables with compartments, are perfect allies for those looking to optimize without sacrificing aesthetics. These types of solutions not only free up visual space, but also encourage the idea that everything has its place. Knowing where to find something without having to search for it for endless minutes is a small daily victory.

Boxes and containers are versatile tools, but their magic lies in uniformity. Choosing a specific style or color for them helps create a visual order that calms and organizes at the same time. Labeling is another detail that, although small, makes a big difference. Not only does it make life easier, but it also eliminates the temptation to mess up when looking for something.

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Folding and storing clothes is an art in itself. Techniques such as rolling clothes instead of stacking them can multiply the space in drawers while making everything more accessible. Placing the most used items within easy reach is also key. There's no point in hiding what we use every day behind what we only see occasionally.

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Tidying up also involves a constant dialogue with space. It is not something you do once and forget about, but a living process that evolves with our needs. Sometimes a small adjustment, such as moving a piece of furniture or rearranging a shelf, can completely transform the feel of a place. And so, organizing the home is not just about saving space, but about feeling good in our environments. An orderly and harmonious place gives us back a sense of calm, control and, above all, belonging.

But this trend of minimalism that encourages us to tidy up and have everything in balance is not static, it continues to evolve in step with human needs. As I wrote before, it is not about giving up everything or living with the bare necessities, but about finding a balance, about valuing the constant reminder that in the midst of complexity, simplicity is not only an act of change, but also a door to an organized life that is willing to face the challenges in the midst of a consumer society that, instead of saving, wastes.

This was a tuesday post.

Thanks for stopping by to read for a while, Blurt friends.

Have a great day and may God bless you greatly.

Regards, comrades blurtarians!!

Translation: Deepl.com

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