Saludos, hoy venimos con un relato un tanto oscuro y extraño.
Escena: movimiento de la cámara que desciende desde las alturas sobre una ciudad que es una pesadilla hecha realidad. Una metrópolis futurista, pero en decadencia, donde la tecnología y la magia se entrelazan en un baile grotesco. Los rascacielos, cubiertos de neón y pantallas holográficas, se alzan como tumbas gigantescas, sus superficies brillantes manchadas por la contaminación y el paso del tiempo. Las calles están llenas de vida, pero es una vida corrupta, violenta y absurda.
La cámara se desliza por una avenida principal, donde los coches flotantes se abren paso entre multitudes de peatones. Algunos llevan implantes cibernéticos que brillan con un resplandor extraño, mientras que otros arrastran consigo artefactos mágicos que emiten zumbidos y chirridos. Un grupo de jóvenes con capas holográficas y máscaras de gas robóticas asalta una tienda, rompiendo el cristal inteligente que intenta autorepararse en vano. La policía, montada en drones con forma de esferas metálicas, llega en segundos, disparando redes de energía que atrapan a los ladrones, pero no sin antes causar un caos que deja a varios transeúntes heridos.
En una esquina, una mujer con piel de cromo y ojos que cambian de color como un caleidoscopio ofrece sus servicios a un hombre con tres brazos, uno de los cuales parece ser de origen demoníaco. Ella ríe, un sonido mecánico y seductor, mientras él negocia el precio con gemas que brillan con una luz interna. Más adelante, un robot con forma de perro gigante, del tamaño de un automóvil pequeño, pasea por la calle. Su dueño, un enano con un traje de negocios y un sombrero de copa que emite chispas, lo controla con un joystick hecho de huesos humanos. El perro ladra, y el sonido es una mezcla de metralla y rugido de bestia antigua.
La cámara se adentra en un callejón oscuro, donde un grupo de hechiceros callejeros realiza un ritual con runas que flotan en el aire. Las runas giran y se combinan, creando una criatura hecha de sombras y electricidad que desaparece con un chillido agudo. En una esquina, un vendedor ambulante ofrece "sueños embotellados", frascos que contienen nubes de colores que se mueven como si estuvieran vivas. Un niño con un brazo robótico los observa con fascinación, mientras su madre, con un rostro mitad humano y mitad máquina, lo arrastra hacia otra parte.
La cámara abandona la ciudad, volando sobre un paisaje de bosques oscuros y retorcidos. Los árboles, cuyas ramas parecen garras que se extienden hacia el cielo, susurran secretos en un idioma olvidado. Criaturas con ojos brillantes y formas imposibles se mueven entre la maleza, observando con curiosidad maligna. El aire es denso, cargado con el olor a tierra húmeda y algo más, algo que no debería existir.
Finalmente, la cámara llega a la cima de una montaña, donde un castillo antiguo se alza como una cicatriz en el paisaje. Sus torres se retuercen hacia el cielo, como si intentaran escapar de la tierra que las sostiene. Las ventanas brillan con una luz tenue y pulsante, como si el castillo mismo estuviera vivo. En lo más alto, una torre emite un resplandor verde que ilumina las nubes desde abajo. Es aquí, en este lugar de pesadilla, donde el científico Willian ha instalado su laboratorio.
La cámara se acerca a una ventana, revelando el interior del laboratorio.
Fin de la escena.
Escena 2: La escena se desarrola en laboratorio de pesadilla, atestado de una amalgama de tecnología de avanzada mezclados con elementos arcanos que desafían la lógica de cualquier incauto ajeno a la ciencia o a la brujería. Las paredes están revestidas de un metal oscuro y brillante, cubierto de runas que pulsan con una luz enfermiza y parpadeante. Tubos de vidrio retorcidos, como venas de algún ser colosal, serpentean por el techo, transportando líquidos de colores de todo tipo. En el centro de la habitación, una mesa de operaciones hecha de una sustancia negra y orgánica se retuerce ligeramente, como si estuviera viva, respirando, exhalando. Sobre ella yace una figura humanoide, conectada a cables que parecen tendones mecánicos y a tubos que gotean un fluido espeso y brillante.
Una mujer demonio, de belleza grotesca y fascinante, se pasea alrededor de la mesa. Sus cuernos negros, curvados como espirales puntiagudas, brillan con un resplandor opalescente y su cabello rojizo destaca sobre su traje oscuro de diseño malévolo. Sus ojos, dos pozos de fuego violeta, reflejan una inteligencia antigua y perversa. Su risa, un eco que parece provenir de las profundidades del abismo, resuena en el aire cargado de electricidad estática y olores químicos nauseabundos.
Frente a ella, un anciano científico, de rostro demacrado y ojos hundidos que recuerda Willem Dafoe, observa una pantalla holográfica que flota en el aire. Los datos que se desplazan en ella son incomprensibles para cualquier mente no iniciada, una mezcla de ecuaciones matemáticas y símbolos arcanos que parecen moverse y cambiar por sí solos.
Mujer demonio (con una voz que parece susurrar directamente en la mente):
—¿Sigues empeñado en tu patético sueño de redención, humano? Este ser que yace aquí, esta criatura de carne y metal, podría ser el heraldo de un nuevo orden. Un orden donde tus ridículas nociones de moral y ética sean barridas como cenizas en el viento. ¿Y tú quieres que sea... ¿un científico? (Ríe, un sonido que hace temblar los frascos de vidrio en las estanterías.) ¡Qué desperdicio de potencial!
Científico (con voz áspera, como el crujir de páginas antiguas):
—No te equivoques, Lilith. Este ser no es tu juguete. Es la culminación de siglos de conocimiento, una mente que trascenderá las limitaciones de la carne y el tiempo. No permitiré que lo corrompas con tus insidiosas fantasías de caos y decadencia.
Mujer demonio (acariciando el rostro inerte de la criatura con una mano cuyas uñas brillan como obsidiana):
—Corromper, corromper... qué palabra tan fea. Yo prefiero pensar en ello como... liberar. Liberar a este ser de las cadenas de tu moralidad estéril. Imagínalo, científico: un dios de metal y carne, con el poder de doblegar la realidad misma. Y yo, por supuesto, estaría a su lado, disfrutando del espectáculo mientras el mundo arde en un éxtasis de locura.
Científico (ajustando los controles de una máquina que emite un zumbido inquietante):
—Tu visión es tan limitada como tu comprensión de la ciencia. Este ser no será un instrumento de destrucción, sino un faro de conocimiento. Una mente que resolverá los enigmas del universo, no un juguete para tus caprichos demoníacos.
Mujer demonio (sonriendo con una expresión que hace que el aire se vuelva más denso):
—Ah, pero la destrucción puede ser tan... instructiva. Y no olvides, querido científico, que fuiste tú quien me invocó. No fue el azar lo que te llevó a mis dominios, sino tu propia sed de conocimiento. ¿Acaso no es eso lo que más temes? Que tu creación sea un reflejo de tu propia oscuridad.
Científico (con una mirada que podría perforar el alma de un hombre común):
—Te invoqué porque necesitaba tu conocimiento para estabilizar su núcleo. No porque compartiera tus intenciones. Y no olvides que, una vez que esto termine, volverás al abismo de donde saliste.
Mujer demonio (riendo con un sonido que hace que las sombras en las esquinas del laboratorio se retuerzan):
—Oh, qué gracioso eres. Crees que puedes deshacerte de mí tan fácilmente. Pero no te preocupes, no me iré sin antes dejar mi marca en esta creación. (Se inclina sobre el cuerpo inerte, susurrando palabras en un idioma que hace que los instrumentos del laboratorio vibren.) Mira esos rasgos... tan perfectos, tan poderosos. Será un placer verlo despertar.
Científico (interponiéndose entre ella y la criatura, con una expresión de disgusto):
—¡Basta! No tocarás su mente. Ya he programado los parámetros éticos en su núcleo. No será un esclavo de tus deseos.
Mujer demonio (con una sonrisa que revela dientes demasiado afilados):
—Los parámetros éticos pueden ser... reescritos. Y tú, querido científico, no eres inmune a la tentación. Todos tienen un precio. Incluso tú.
Científico (con voz fría como el vacío del espacio):
—Mi único deseo es ver a la humanidad alcanzar su máximo potencial. Este ser será un faro de esperanza, no un instrumento de caos.
Mujer demonio (suspirando con una exageración teatral):
—Tan noble, tan aburrido. Pero, ¿y si te digo que hay una manera de que ambos obtengamos lo que queremos? Podría dejar que tu creación sea ese "faro de esperanza"... a cambio de un pequeño favor.
Científico (mirándola con desconfianza):
—No estoy interesado en tus tratos, Lilith. Sé lo que cuestan.
Mujer demonio (con una risa que hace que las luces parpadeen):
—Todos tienen un precio, científico. Tarde o temprano, descubriré el tuyo. Y cuando lo haga, este ser será mío.
Científico (ajustando los controles del laboratorio con manos temblorosas):
—Eso nunca sucederá. Ahora, si no tienes nada útil que aportar, te sugiero que te vayas. Tengo trabajo que hacer.
Mujer demonio (dando un paso atrás, con una sonrisa enigmática):
—Como desees, querido Willian. Pero recuerda... la oscuridad siempre encuentra una manera de colarse. Nos veremos pronto.
(La mujer demonio desaparece en una nube de humo negro que huele a azufre y pesadillas, dejando al científico solo en el laboratorio. Él suspira, mirando el cuerpo inerte en la mesa, mientras las sombras en las esquinas del laboratorio parecen acercarse lentamente.)
Científico (en voz baja, como si hablara consigo mismo):
—No permitiré que te corrompan. Serás el futuro de la humanidad... no su perdición.
(La cámara se aleja mientras el científico continúa su trabajo, y los ojos del cuerpo en la mesa parpadean brevemente, brillando con un tono rojizo antes de apagarse. En las sombras, algo ríe.)
Fin de la escena.
Espero que les haya gustado. acá va una versión en ingles:
ENGLISH
Scene: Camera movement descending from above over a city that is a nightmare come true. A futuristic, but decaying metropolis, where technology and magic intertwine in a grotesque dance. Skyscrapers, covered in neon and holographic screens, rise like gigantic tombs, their shiny surfaces stained by pollution and the passage of time. The streets are full of life, but it is a corrupt, violent and absurd life.
The camera slides down a main avenue, where floating cars make their way through crowds of pedestrians. Some carry cybernetic implants that glow with a strange glow, while others drag around magical artifacts that hum and squeak. A group of young men in holographic capes and robotic gas masks raid a store, smashing the smart glass that tries to repair itself in vain. The police, riding drones shaped like metallic spheres, arrive within seconds, firing energy nets that trap the thieves, but not before causing chaos that leaves several passersby injured.
On a corner, a woman with chrome skin and eyes that change color like a kaleidoscope offers her services to a man with three arms, one of which appears to be of demonic origin. She laughs, a mechanical and seductive sound, while he negotiates the price with gems that glow with an internal light. Up ahead, a giant dog-shaped robot, the size of a small car, strolls down the street. Its owner, a dwarf in a business suit and a sparking top hat, controls it with a joystick made of human bones. The dog barks, and the sound is a mix of shrapnel and the roar of an ancient beast.
The camera pans into a dark alley, where a group of street sorcerers perform a ritual with runes floating in the air. The runes spin and combine, creating a creature made of shadows and electricity that disappears with a high-pitched screech. On a corner, a street vendor offers “bottled dreams,” jars containing colorful clouds that move as if they were alive. A boy with a robotic arm watches them in fascination, while his mother, with a face half human and half machine, drags him elsewhere.
The camera leaves the city, flying over a landscape of dark, twisted forests. The trees, whose branches look like claws reaching toward the sky, whisper secrets in a forgotten language. Creatures with glowing eyes and impossible shapes move through the undergrowth, watching with malignant curiosity. The air is thick, heavy with the smell of damp earth and something else, something that shouldn’t exist.
Finally, the camera reaches the top of a mountain, where an ancient castle stands like a scar on the landscape. Its towers twist toward the sky, as if trying to escape the earth that holds them up. The windows glow with a dim, pulsating light, as if the castle itself were alive. High above, a tower emits a green glow that illuminates the clouds below. It is here, in this nightmarish place, that scientist Willian has set up his laboratory.
The camera zooms in on a window, revealing the interior of the laboratory.
End of scene.
Scene 2: The scene takes place in a nightmare laboratory, crammed with an amalgam of advanced technology mixed with arcane elements that defy the logic of any unsuspecting person alien to science or witchcraft. The walls are clad in dark, shiny metal, covered in runes that pulse with a sickly, flickering light. Twisted glass tubes, like veins of some colossal being, snake across the ceiling, carrying colored liquids of all kinds. In the center of the room, an operating table made of a black, organic substance twists slightly, as if it were alive, breathing, exhaling. On it lies a humanoid figure, connected to cables that look like mechanical tendons and tubes that drip a thick, shiny fluid.
A demon woman, grotesquely and fascinatingly beautiful, walks around the table. Her black horns, curved like pointed spirals, shine with an opalescent glow and her reddish hair stands out against her dark suit of malevolent design. Her eyes, two pools of violet fire, reflect an ancient and wicked intelligence. Her laughter, an echo that seems to come from the depths of the abyss, resonates in the air charged with static electricity and nauseating chemical smells.
**In front of her, an elderly scientist, with a gaunt face and sunken eyes reminiscent of Willem Dafoe, watches a holographic screen floating in the air. The data that scrolls across it is incomprehensible to anyone.
er uninitiated mind, a mix of mathematical equations and arcane symbols that seem to move and change on their own.**
Demon woman (with a voice that seems to whisper directly into the mind):
—Are you still hell-bent on your pathetic dream of redemption, human? This being lying here, this creature of flesh and metal, could be the herald of a new order. An order where your ridiculous notions of morality and ethics are swept away like ashes in the wind. And you want me to be... a scientist? (Laughs, a sound that makes the glass jars on the shelves shake.) What a waste of potential!
Scientist (voice harsh, like the rustling of ancient pages):
—Make no mistake, Lilith. This being is not your plaything. It is the culmination of centuries of knowledge, a mind that will transcend the limitations of flesh and time. I will not allow you to corrupt it with your insidious fantasies of chaos and decay.
Demon Woman (caressing the creature's lifeless face with a hand whose nails shine like obsidian):
—Corrupt, corrupt... such an ugly word. I prefer to think of it as... liberate. Free this being from the chains of your sterile morality. Imagine it, scientist: a god of metal and flesh, with the power to bend reality itself. And I, of course, would be at its side, enjoying the spectacle as the world burns in an ecstasy of madness.
Scientist (adjusting the controls of a machine that makes an eerie hum):
—Your vision is as limited as your understanding of science. This being will not be an instrument of destruction, but a beacon of knowledge. A mind that will solve the riddles of the universe, not a plaything for your demonic whims.
Demon Woman (smiling with an expression that makes the air grow thicker):
—Ah, but destruction can be so... instructive. And do not forget, dear scientist, that it was you who summoned me. It was not chance that brought you to my domain, but your own thirst for knowledge. Is that not what you fear most? That your creation will be a reflection of your own darkness.
Scientist (with a look that could pierce the soul of an ordinary man):
—I summoned you because I needed your knowledge to stabilize its core. Not because I shared your intentions. And don't forget that once this is over, you'll be back in the abyss from which you came.
Demon woman (laughing with a sound that makes the shadows in the corners of the lab writhe):
—Oh, you're so funny. You think you can get rid of me so easily. But don't worry, I won't leave without first leaving my mark on this creation. (She leans over the inert body, whispering words in a language that makes the instruments in the lab vibrate.) Look at those features... so perfect, so powerful. It will be a pleasure to see it awaken.
Scientist (standing between her and the creature, with an expression of disgust):
—Enough! You will not touch its mind. I have already programmed the ethical parameters into its core. It will not be a slave to your desires.
Demon Woman (with a smile revealing overly sharp teeth):
—Ethical parameters can be... rewritten. And you, dear scientist, are not immune to temptation. Everyone has a price. Even you.
Scientist (with a voice as cold as the vacuum of space):
—My only wish is to see humanity reach its full potential. This being will be a beacon of hope, not an instrument of chaos.
Demon Woman (sighing with a theatrical exaggeration):
—So noble, so boring. But what if I told you there was a way for both of us to get what we want? I could let your creation be that "beacon of hope"... in exchange for a small favor.
Scientist (eyeing her suspiciously):
—I'm not interested in your deals, Lilith. I know what they cost.
Demon Woman (with a laugh that makes the lights flicker):
—Everyone has a price, scientist. Sooner or later, I'll discover yours. And when I do, this being will be mine.
Scientist (adjusting the lab controls with shaking hands):
—That will never happen. Now, if you have nothing useful to contribute, I suggest you leave. I have work to do.
Demon Woman (stepping back, with an enigmatic smile):
—As you wish, dear Willian. But remember... darkness always finds a way to sneak in. We'll see each other soon.
(The demon woman disappears in a cloud of black smoke that smells of sulfur and nightmares, leaving the scientist alone in the laboratory. He sighs, looking at the inert body on the table, while the shadows in the corners of the laboratory seem to slowly approach.)
Scientist (in a low voice, as if talking to himself):
—I will not allow
END
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