Espejo de tormento. (Relato)

El tiempo había pasado por Annie pero ella no por el tiempo. Continuaba reviviendo una y otra vez aquel dolor y sufrimiento inmerecido. Sabía que dejarlo atrás era imprescindible, solo así podría continuar adelante; más no lo conseguía.

Vivió apartada de todos aún cuando su edad exigía diversiones y relaciones interpersonales. Intentaba salir de aquel abismo profundo que la consumía, pero era imposible.

Un día en que navegaba por Internet intentando buscar ayuda personal encontró un anuncio sobre una doctora muy famosa en terapias avanzadas de hipnosis y pensó que podía resultar la solución a todos sus problemas.

Tomó su chaqueta y salió aprisa directo hasta la dirección donde la encontraría. Frente a ella la puerta que parecía ser su salvación. Su instinto le decía que estaba en el lugar correcto, a la vez que pensaba que no perdía nada con intentarlo.

Una vez dentro la recibió una doctora. Annie la analizó con la mirada rápidamente. Los golpes de la vida le habían dejado el don de ver más allá de las apariencias y casi siempre acertaba. La señora demostraba seriedad y sus años denotaban experiencia. ¡Qué podría fallar!

Luego de las presentaciones formales la especialista indagó en los sentimientos y situaciones que la llevaron hasta ella. Annie se negó a contar la realidad enmascarándola. Cada respuesta llevaba una pincelada de verdad y otra de ficción. Con el tiempo adquirió también la habilidad de mentir sin olvidar los detalles. Aparentaba tranquilidad mientras fingía una dulce sonrisa en sus labios.

Pasados unos minutos iniciaron la primera sesión de terapia: hipnosis. En ella Annie revivió su traumada infancia. Sintió cada golpe en su cuerpo, cada grito, cada herida en su interior... Volvió a ser víctima de aquellas fuertes sacudidas y se vio de nuevo frente a aquel espejo de tormento.

En él era obligada por su madre a ver no solo su rostro idéntico al de su padre sino todas sus incapacidades y defectos. Frente a él dejaba de ser una niña para ser un estorbo y terminaba viendo cómo aquella mano que debía protegerla y acariciarla dulcemente se empuñaba sobre ella sin piedad.

Un sonido la trajo de vuelta al mundo real. La sesión había terminado. La especialista conocía todo cuánto necesitaba y ahora solo quedaba comenzar a tratar de ayudarla a dejar ir todo el dolor de un pasado traumático.

Annie salió de aquella sala sintiendo nuevas sensaciones. Dentro de ella algo nuevo comenzaba a latir. Caminó por las desiertas calles rumbo a su casa, pero antes paró en una cafetería para tomar un café. Lo necesitaba.

Sus nervios estaban a flor de piel. Trataba de controlarse pero era imposible. Se sentó en una de las últimas mesas; no quería ser notada por nadie. Ordenó un café y miró a su alrededor. Solo la primera mesa estaba ocupada por una mujer, quien justo en ese momento pasó por su lado con pasos calmados en dirección a la calle.

Annie se puso de pie y la siguió con cautela. Era imposible no reconocer su rostro, ¡era su madre!

Caminó tras ella y vio que se dirigía a un complejo de apartamentos cercano. Entonces se apresuró y le pasó por delante, fingiendo torcerse un tobillo mientras gritaba por ayuda. La mujer se acercó y viendo su rostro que denotaba ternura la ayudó a ponerse de pie, mientras le ofrecía vendas y medicinas en su casa. Ella aceptó y se recostó en su hombro caminando despacio entre quejidos de dolor.

Entraron al apartamento y Annie se sentó en el sofá esperando ser atendida. La mujer buscaba en el botiquín de primeros auxilios las cosas necesarias para curarla cuando de pronto la joven se abalanzó sobre ella. Como un monstruo sin piedad la arrastró hasta su cuarto y allí, frente al espejo, terminó con su vida.

Luego recogió sus cosas, limpió cuanto pudo intentando borrar sus huellas y salió de aquel lugar. Sentía más que paz, la tranquilidad de haber hecho lo correcto. Siguió hasta su casa. Tomó una ducha y durmió como nunca antes.

Al día siguiente no asistió a terapia. Sabía que no lo necesitaría nunca más. Se dirigió a la misma cafetería de la tarde anterior, misma mesa y mismo pedido: café. Miró a su alrededor y encontró de nuevo a su madre, sentada tranquilamente, ajena a todo.

Repitió la escena una vez, y otra, y otra... Sació sus impulsos con cada alma inocente que se le cruzó en el camino, en las cuales veía a su trastornada madre. La hacía pagar por aquel infierno que la obligó a vivir, le cobraba la vida a cambio de haberla convertido en lo que era ahora: un monstruo insaciable de venganza.

(Fin)

Relato de Ficción de mi autoría.
Imágenes propias creadas con CreArt app para complementar la historia.
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