Hello Cryptoworld!
Today is Saturday 22 February 2025. Happy weekend everyone!
In this post I am sharing some reflexions coming when I was waiting for the train...
Where Are the Good Old Days?
In one of the stations, I noticed an advertisement for a theater play titled "Where Are the Good Old Days?" The phrase resonates deeply, stirring a whirlwind of thoughts within me, ranging from nostalgia to historical reflection. I find myself pondering:
“Yes, where are the good days?” As I read the words again—“…good old days, where are the good old days?”—the questions multiply.
Looking back, I realize there are many "good days" in my past. I am pretty sure for everyone. Which ones truly deserve the title of "good old days"? Should I reflect on the memories of three or four years ago?
Or perhaps the cherished moments from my university days as a student? My various experiences teaching languages also come to mind. I surmise that the essence of the good old days resides within me, woven into the fabric of my life since the very beginning.
Each good day, like an atomic particle, contributes to the foundation that has allowed me to take the next step forward.
Before and after technology influence
On the other hand, one could consider the old days before the overwhelming influence of technology, when time seemed to stretch and the good days aged slowly. For instance, I completed my bachelor's degree in five years. Years later, institution's administrators began proposing accelerated programs, suggesting that students could shorten their studies by enrolling in summer courses—a move that, while beneficial for students, also increased revenue for the faculty. Into myself I was disappointed for that new tendency to shorter Semesters for Summer; later as consequence, there was not anymore semester but quatri-mester as a need to adequate better the mentioned summer courses.
Now, it seems that good days age at a breakneck pace. Each day brings forth a new innovation, heralding a promise to transform our lives irrevocably. Yet, what we often fail to recognize is that our lives have already been altered; we simply have not yet acclimated our minds to these relentless changes.
Perhaps the administrators of education, driven by political motivations, are onto something when they advocate for a faster approach to learning. For instance, imagine a bachelor’s degree completed in a single year, fueled by the rapid absorption of knowledge about or from artificial intelligence. But are the brains of new generations truly prepared for this accelerated existence, brimming with unknown challenges?
Conclusion
In conclusion, the quest for the "good old days" invites us to reflect not only on our past but also on the present and future. While nostalgia may color our memories, we must also confront the reality of a world that is evolving at an unprecedented pace.
The challenge lies in finding a balance between cherishing the past and embracing the present, as we navigate the complexities of an ever-changing landscape.
(Note that I didn't watch the play, the title was a good excuse to write this post).
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SPANISH VERSION:
¿Dónde están los buenos viejos tiempos?
En una de las estaciones, vi un anuncio para una obra de teatro titulada "¿Dónde están los buenos viejos tiempos?" La frase resuena profundamente, agitando un torbellino de pensamientos en mi mente, que van desde la nostalgia hasta la reflexión histórica. Me encuentro preguntándome: “Sí, ¿dónde están los buenos días?” Al leer las palabras de nuevo—“…buenos viejos tiempos, ¿dónde están los buenos viejos tiempos?”—las preguntas se multiplican.
Al mirar hacia atrás, me doy cuenta de que hay muchos "buenos días" en mi pasado. ¿Cuáles merecen realmente el título de "buenos viejos tiempos"? ¿Debería reflexionar sobre los recuerdos de hace tres o cuatro años? ¿O quizás los momentos atesorados de mis días universitarios como estudiante? Mis diversas experiencias enseñando idiomas también vienen a la mente. Supongo que la esencia de los buenos viejos tiempos reside dentro de mí, entrelazada en el tejido de mi vida desde el principio. Cada buen día, como una partícula atómica, contribuye a la base que me ha permitido dar el siguiente paso.
Por otro lado, se podría considerar los viejos tiempos antes de la abrumadora influencia de la tecnología, cuando el tiempo parecía estirarse y los buenos días envejecían lentamente. Completé mi licenciatura en cinco años. Años después, las instituciones comenzaron a proponer programas acelerados, sugiriendo que los estudiantes podían acortar sus estudios al inscribirse en cursos de verano—un movimiento que, aunque beneficioso para los estudiantes, también aumentó los ingresos de la facultad. Ahora, parece que los buenos días envejecen a una velocidad vertiginosa. Cada día trae consigo una nueva innovación, anunciando una promesa de transformar nuestras vidas de manera irrevocable. Sin embargo, lo que a menudo no logramos reconocer es que nuestras vidas ya han sido alteradas; simplemente aún no hemos adaptado nuestras mentes a estos cambios implacables.
Quizás los administradores de educación, impulsados por motivaciones políticas, tienen razón al abogar por un enfoque más rápido para el aprendizaje. Por ejemplo, imagina una licenciatura completada en un solo año, impulsada por la rápida absorción de conocimiento sobre inteligencia artificial. Pero, ¿están realmente los cerebros de las nuevas generaciones preparados para esta existencia acelerada, repleta de desafíos desconocidos?
En conclusión, la búsqueda de los "buenos viejos tiempos" nos invita a reflexionar no solo sobre nuestro pasado, sino también sobre el presente y el futuro. Si bien la nostalgia puede colorear nuestros recuerdos, también debemos enfrentar la realidad de un mundo que está evolucionando a un ritmo sin precedentes. El desafío radica en encontrar un equilibrio entre atesorar el pasado y abrazar el presente, mientras navegamos por las complejidades de un paisaje en constante cambio.