Agradecer

ברוך דיין האמן

Baruj dayan ha'emet

Bendito es el juez verdadero.

Es una de las frases que solemos pronunciar en nuestro pueblo cuando escuchamos que alguien vive una tragedia, o también cuando como seres individuales nosotros la atravesamos en carne propia, en vivo y en directo, sin filtro ni adorno alguno.

Baruj dayan ha'emet

La he pronunciado en estos días, creo que todos los que me he mantenido alejada de este medio por el estado de salud de mi padre, el cual, ya no está conmigo, se fue para siempre, por tal razón, entramos en un período de duelo que parecía una eternidad, pero fue importante porque durante este tiempo indispensable podemos entender, podemos consolarnos, podemos aceptar, podemos preguntar, podemos llorar, podemos callar, podemos sanar, podemos perdonar, podemos ser nosotros mismos tal cual fuimos formados y salimos desnudos del vientre de nuestra madre.

No ha sido un tiempo fácil, en realidad las pruebas no son fáciles, se tornan inentendibles, cuestionables también, pero cuando tocamos fondo podemos salir más fuertes para seguir adelante el momento en que estamos conscientes de que todo lo que nos ocurre en nuestro caminar por el mundo tiene una razón que nos llevará al crecimiento integral, aunque esté ligado hasta con la misma muerte.

La pérdida de un ser querido es compleja, tanto como lo es una lágrima, y esta es un cristal condensado del espíritu; corre con dolores y también con alegrías; forma parte de un ensueño, y también de las palabras. Una lágrima se mezcla con suspiros y se pelea con las sombras, puede humedecer el sequedal y limpia las congojas.

La pérdida de un ser querido forma parte del mar de los problemas del humano, por ende, los problemas también están formados de lágrimas, a estas cada ola se las lleva cuando se alejan y cada vez que a la orilla regresa la espuma trae consigo una gota de azahares que forman flores que se incorporan en el paraíso de la esperanza.

Mi padre descansó ya, así lo determinó su Creador y de nosotros como familia es el aceptar esa voluntad que muchas veces nos rehusamos a hacerlas parte del corazón. Se va tu pariente y entonces una parte de ti también desaparece, se va con él, entonces no necesitas ni siquiera maquillarse o ir a una peluquería, sino llorar a tu muerto hasta que las mismas lágrimas saladas vayan cicatrizando las heridas superficiales y más profundas para que se comience a aceptar la pérdida que no tiene reparo.

¿Agradecer en lo inentendible?

Bueno, cuentan nuestros sabios de bendita memoria que el rabino Akiva llegó a una ciudad para buscar un lugar en donde hospedarse, sin embargo, nadie le proporcionó uno, entonces él dijo: 'todo lo que hace el Creador lo hace por nuestro bien', y tomó la decisión de irse a dormir en el campo junto con un gallo, un burrito y una lámpara.

Apareció un viento y la lámpara se apagó; un gato llegó y se comió al gallo, y para rematar llegó un león y se comió el burro, entonces el rabino Akiva volvió a decir: 'todo lo que hace el Creador lo hace por nuestro bien'.

Ladrones llegaron a la ciudad y capturaron a todos los residentes que allí habitaban, y el único que se salvó fue el rabino Akiva al pasar la noche en el campo y no tenía ni la lámpara, ni el gallo y tampoco el burrito que habrían llamado la atención de aquellos malvados.

¿Dar gracias al Creador durante lo aparentemente absurdo?

Pues el corto relato anterior nos enseña que, aunque no entendamos a la primera, aunque no vislumbremos un propósito a simple vista, para quienes creemos en la existencia de un ser Superior, debemos agradecerle a Él tanto por los momentos buenos, así como también por aquellos que a nuestra percepción son más que desagradables, por eso es que en medio de este profundo dolor que no esperé recibir junto con mi familia, dije con todo mi corazón:

Baruj dayan ha'emet

Bendito es el juez verdadero.

El duelo es una travesía única y personal que cada individuo experimenta de manera diferente; el duelo es necesario no solo con posturas ideadas o impuestas por los demás, debe llevarnos a la etapa de la aceptación, la cual, no significa olvidar o volvernos de piedra e inmunes al dolor, sino un punto en donde realizamos un ajuste a la nueva realidad, a la ausencia, a la falta.

Mientras escucho una de las melodías que más le gustaban a mi padre...