El cuarto de los recuerdos.

La casa de Juana era muy vistosa. A sus 60 años disponía de una muy buena fortuna y vivía rodeada de sus seres queridos.

Cualquiera pensaría que su vida era todo color de rosas; pero nada más falso. El almanaque continuaba su paso indetenible cual un río sigue siempre su cauce. Su reloj biológico retumbaba aquel tic-tac-tic-tac en su cuerpo, cada día más envejecido y gastado.

De aquel cabello azabache ya no quedaba nada, en su lugar asomaba una corona gris cada vez más despoblada, como la tersura de su rostro y piel.

Ese había sido siempre su mayor temor: envejecer; y llevaba años cumpliéndose. La vejez se había amurallado en toda ella, consumiéndola día tras día hasta llevarla a aquel final inevitable cada día más cercano: polvo en el viento.

Pero allí en su enorme casa existía un rinconcito mágico que la hacía inmensamente feliz: era el cuarto de los recuerdos, una alcoba diferente a las demás, donde con apenas acercarse al umbral de la puerta la llevaba de vuelta en el tiempo.

Volvía a sus sueños, esos que desde muy pequeñita la siguieron. Allí estaba aquel tutú blanco que la convirtió tantas veces en bailarina; la cajita de música a la que bastaba darle cuerda y brotaba una melodía hermosa compuesta por ella con solo 2 años, aquellos viejos cuadernos llenos de garabatos donde se graduó de maestra con apenas 4 años…

Le seguían las medallas de oro ganadas a los 6 luego de aprender a montar bici con el abuelo y llegar a ser ciclista; los patines que la hicieron, campeona mundial de patinaje artístico a los 7; los cuadros maravillosos que ocuparon lugar en las más famosas galerías de su casa cuando alcanzó los 9 y hasta el gorro de cheff acompañado por las respectivas estrellas Michelín que recibió a los 10...

Todo esto fruto de su imaginación y de aquellos sueños de niña. Esos que la adolescencia transformó de un día para otro tras cada cambio hormonal/emocional. Esos que luego la juventud y sus nuevas etapas
sepultaron, ocupando su lugar una buena carrera universitaria, diversiones, el amor, las responsabilidades, el trabajo y luego la familia.

Allí dentro, junto a sus pertenencias, estaban esos recuerdos que nunca la abandonaron porque hoy, a sus 60 años, sabía que cada uno de ellos había constituido su esencia y su vida. Esa que cada día sentía que se le acortaba otro poquito sin que pudiera hacer nada más que entrar al cuarto de los recuerdos y volverlos a vivir.

(Fin.)

#relato ficticio creado para describir ese cúmulo de emociones que envuelve a muchas personas que temen dejar atrás todo cuanto han vivido. Y es que el temor a envejecer es algo más común de lo que parece.

Tú que me lees,
¿Conoces a alguien como Juana, que teme al fin de su vida y se auxilia de sus recuerdos para continuar adelante?

¿Qué piensas de estos sentimientos y emociones?

¿Cómo crees tú que afrontarás la vejez?

Comenta todo lo que quieras, que te estaré leyendo.

#EscritoPropio atribuido a @LadySweet.

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