Cómo dejar de postergar nuestra felicidad esperando "el momento perfecto

in blurt-1683810 •  3 days ago 

La vida está llena de momentos que posponemos. Nos decimos que seremos felices cuando logremos ese ascenso, cuando tengamos la casa de nuestros sueños, cuando bajemos de peso o cuando finalmente encontremos el amor perfecto. Pero en la búsqueda de ese instante ideal, dejamos escapar lo que tenemos ahora. Nos convertimos en prisioneros de un futuro que, en muchos casos, nunca llega como lo imaginamos. Y mientras tanto, la felicidad se nos escapa entre los dedos.



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Esperar el momento perfecto es una trampa silenciosa que nos roba la oportunidad de disfrutar la vida tal como es. Nos hace pensar que la felicidad es un destino al que solo llegaremos si todas las condiciones son ideales. Pero la realidad es que la felicidad no se encuentra en un punto fijo en el futuro; está en la capacidad de apreciar el presente, de darle valor a lo que sí tenemos y de aprender a disfrutar el camino en lugar de obsesionarnos con la meta.

¿Cuántas veces hemos dicho “cuando tenga más dinero, haré ese viaje que tanto quiero” o “cuando tenga más tiempo, empezaré a hacer ejercicio”? Pero la vida sigue su curso, las excusas se multiplican y nunca parece llegar ese día en el que todo esté alineado. El problema es que siempre habrá obstáculos, imprevistos, responsabilidades y razones para seguir esperando. Y, si no aprendemos a disfrutar la vida ahora, probablemente nunca lo hagamos.



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El cambio comienza cuando dejamos de condicionar nuestra felicidad a circunstancias externas y empezamos a encontrarla en lo cotidiano. No se trata de conformarnos con menos, sino de dejar de menospreciar lo que ya tenemos. Cada día nos brinda pequeños momentos de alegría: una conversación con un amigo, el aroma del café por la mañana, el placer de caminar bajo el sol, la satisfacción de haber dado un paso más hacia nuestros sueños. Son esas pequeñas cosas las que, al final, construyen una vida plena.

No significa que debamos renunciar a nuestras metas o dejar de esforzarnos por mejorar. Al contrario, se trata de entender que la felicidad no depende exclusivamente de lograrlas. Si aprendemos a disfrutar el proceso, cada paso será gratificante, y la meta, cuando la alcancemos, será solo la cereza del pastel.



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A veces, la razón por la que postergamos nuestra felicidad es el miedo. Miedo al fracaso, a no estar a la altura, a salir de nuestra zona de confort. Nos convencemos de que necesitamos estar más preparados, más seguros, más listos antes de atrevernos a disfrutar. Pero la verdad es que la vida nunca nos da garantías. Si esperamos la certeza absoluta, la oportunidad perfecta o el momento sin riesgos, es probable que esperemos para siempre.

La felicidad no es un premio que se nos otorga cuando todo está en su lugar; es una elección que hacemos cada día. Es decidir agradecer en lugar de quejarnos, aprovechar lo que tenemos en lugar de lamentarnos por lo que falta, actuar en lugar de seguir esperando. Porque la única certeza que tenemos es el ahora. Y si no aprendemos a ser felices hoy, ¿cuándo lo haremos?


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