Inició diciembre, un mes que llega con una mezcla de emociones, como un recordatorio amable, pero insistente, de que otro ciclo está a punto de cerrarse. Para algunos, es el mes de la alegría, de la esperanza y de los encuentros. Para otros, puede ser un tiempo de reflexión más profunda, de cuestionamientos y, a veces, de cierta melancolía. Lo que está claro es que diciembre tiene ese poder de movernos, de hacernos mirar hacia atrás y, al mismo tiempo, hacia adelante.
La llegada de este mes suele venir acompañada de esa voz interna que nos pregunta si cumplimos lo que nos propusimos al inicio del año. ¿Logramos alcanzar nuestras metas? ¿Cumplimos nuestras promesas? Y si la respuesta es no, ¿qué hacemos con eso? Porque, seamos sinceros, no siempre todo sale como lo planeamos. La vida tiene esa capacidad de sorprendernos, a veces para bien y otras para no tanto. Pero aquí es donde entra el verdadero reto: asumir diciembre no como una evaluación final, sino como una oportunidad para cerrar con la mejor disposición posible.
No importa si no llegamos a donde queríamos. Lo que importa es que seguimos avanzando, aprendiendo y viviendo. Este mes nos invita a hacer las paces con nuestras imperfecciones, a entender que no todo se trata de cumplir una lista de objetivos, sino de valorar el camino recorrido. Tal vez no logramos todo lo que soñamos, pero seguramente aprendimos algo en el proceso. Quizás hubo caídas, momentos de duda, pero también hubo intentos, y eso ya es valioso en sí mismo.
Diciembre puede ser un mes para reconciliarnos con nosotros mismos. Para soltar la carga del "debería haber sido" y abrazar lo que fue, tal como fue. Porque, al final, lo que define un año no es solo lo que logramos, sino también cómo enfrentamos lo que no pudimos controlar. Este es un buen momento para mirar con gratitud, no solo hacia los logros, sino hacia las pequeñas victorias, esas que a veces pasan desapercibidas: el esfuerzo, la resiliencia, las personas que nos acompañaron, los días en que simplemente nos levantamos y seguimos adelante.
También es una oportunidad para sembrar nuevas intenciones, no desde la presión o la culpa, sino desde un lugar de posibilidad. ¿Qué queremos llevarnos al próximo año? ¿Qué queremos dejar atrás? Asumir diciembre significa darnos permiso para cerrar ciclos, para dejar ir aquello que ya no tiene sentido cargar, y abrir espacio para lo nuevo, para lo que está por venir.
Y claro, no podemos olvidar que diciembre también es un mes para disfrutar. Para estar presentes, compartir con quienes amamos y permitirnos un respiro. No todo tiene que ser reflexión y balance; a veces, lo mejor que podemos hacer es simplemente vivir el momento, reír, celebrar, y agradecer que estamos aquí, con todo lo que eso implica.
Así que, ¿cómo asumir diciembre? Con la mente abierta y el corazón dispuesto. Dejemos que este mes sea un cierre lleno de significado, no porque todo haya salido perfecto, sino porque decidimos terminar el año con la mejor actitud posible, valorando lo vivido y confiando en lo que está por venir. ¡Que este diciembre sea un mes de esperanza, de paz y de nuevos comienzos!