Buen día para todos. Hoy quiero comentar sobre algo que nos pasa a todos en algún momento y que, si no lo controlamos, nos roba la paz: el miedo al futuro. Ese pensamiento constante de “¿y si las cosas salen mal?”, “¿y si no logro lo que quiero?”, “¿y si todo cambia para peor?” puede convertirse en una carga enorme que nos impide disfrutar el presente.
Es lógico preocuparnos por el futuro, porque nadie tiene certeza absoluta de lo que vendrá. Pero hay una diferencia entre planificar con responsabilidad y vivir angustiados por lo que todavía no ha sucedido. Muchas veces nos obsesionamos tanto con los posibles problemas que terminamos sufriendo por adelantado. Lo curioso es que, en la mayoría de los casos, esas preocupaciones nunca se hacen realidad o, si llegan a ocurrir, no son tan graves como las imaginamos.

Una de las mejores formas de evitar que el miedo al futuro nos robe la tranquilidad es centrarnos en lo que sí podemos controlar. No podemos decidir cómo será la economía dentro de cinco años, pero sí podemos administrar bien nuestro dinero hoy. No podemos garantizar que nunca enfrentaremos una dificultad, pero sí podemos prepararnos mentalmente para afrontar los retos cuando lleguen. En lugar de gastar energía preocupándonos por lo que no sabemos, podemos invertirla en construir un presente sólido que nos dé confianza en lo que vendrá.
Otro punto importante es aprender a vivir en el ahora. Muchas veces estamos tan enfocados en lo que podría pasar que dejamos de disfrutar lo que ya está pasando. Nos sentamos a comer con la familia, pero nuestra mente está pensando en cuentas por pagar. Salimos con amigos, pero seguimos revisando noticias sobre crisis económicas. El presente se nos escapa porque estamos atrapados en un futuro que aún no existe. Y lo peor es que cuando el futuro llega, nos damos cuenta de que desperdiciamos momentos valiosos por preocupaciones que no valían la pena.

Tener miedo al futuro es normal, pero no podemos dejar que nos controle. En lugar de paralizarnos por lo incierto, podemos enfocarnos en lo que sí está en nuestras manos. Un buen hábito es preguntarnos: “¿Esto que me preocupa, puedo hacer algo al respecto ahora?” Si la respuesta es sí, actuemos. Si la respuesta es no, soltemos el pensamiento y sigamos adelante.
Al final, la vida es impredecible, y por más que planifiquemos, siempre habrá imprevistos. Pero eso no significa que debamos vivir con miedo. El futuro no se trata solo de problemas que podrían llegar, sino también de oportunidades, de momentos felices, de aprendizajes y de crecimiento. Y si pasamos demasiado tiempo temiéndolo, corremos el riesgo de perdernos todo lo bueno que el presente ya nos está ofreciendo.

Así que ahí les dejo esta reflexión: vivir el presente no significa ignorar el futuro, sino aprender a confiar en que, cuando llegue, encontraremos la forma de enfrentarlo. Que pasen un buen día.

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