- Leer Aquí, El Enigma de la Isla Oculta Capítulo 1: El Encuentro
- Leer Aquí, El Enigma de la Isla Oculta, Capítulo 2: El Misterio de los Forasteros
Nina se sentó en el sillón, su mente revoloteaba, inquieta por las palabras de Antonio y el extraño encuentro con Abel. Las historias de su abuelo sobre la Isla Oculta volvían a su memoria con fuerza, como si ahora tuvieran un nuevo significado. Las leyendas hablaban de un ser enigmático en la isla, alguien que podía curar enfermedades y aliviar el sufrimiento. Sin embargo, también advertían sobre aquellos que intentaban robar ese poder para fines oscuros.
La noche había caído sobre Bahía Chew, y la sensación de incertidumbre que flotaba en el aire desde la llegada de los forasteros la inquietaba más que nunca. El pueblo, normalmente tranquilo, estaba envuelto en murmullos y miradas recelosas, especialmente cuando alguien mencionaba la isla. Algo había cambiado, y Nina lo sentía en cada rincón de su ser.
Decidida a encontrar respuestas, Nina tomó una linterna y salió al patio. El viento soplaba fuerte, y con él, le pareció escuchar un murmullo lejano que venía desde la isla. Los pescadores del pueblo siempre habían sido claros: “No te acerques a la Isla Oculta, Nina. Solo encontrarás oscuridad y dolor.” Pero su curiosidad era mucho más fuerte que el miedo.
Mientras caminaba hacia el muelle, recordó el rostro de Abel. Había algo en su mirada que la inquietaba, pero también la atraía. ¿Por qué sentía esa extraña conexión con él? ¿Y qué relación tenía él con la isla y su misterioso habitante?
Al llegar al muelle, vio el bote de los forasteros. En la oscuridad, una figura se movía dentro. Era Abel, revisando mapas y papeles. Decidida a confrontarlo, Nina se acercó con el corazón latiendo violentamente en su pecho.
—¿Qué buscan en la isla? —preguntó, alzando la voz, decidida a obtener respuestas.
Abel se giró de inmediato, sorprendido. Su expresión pronto cambió a preocupación.
—Nina, no deberías estar aquí —dijo apresuradamente, acercándose a ella—. No tienes idea de lo que está en juego.
—¿Qué sabes sobre la Isla Oculta? ¿Quién eres realmente? —insistió ella, desafiando su advertencia.
Abel suspiró profundamente, su mirada fija en los ojos de Nina.
—No puedes confiar en lo que dicen las leyendas —dijo en un tono grave—. La isla es real, pero no es lo que piensas. Sí, hay curación... pero también oscuridad. Y muchos están dispuestos a todo para obtener ese poder.
Un escalofrío recorrió la espalda de Nina. ¿Quiénes eran realmente esos hombres? ¿Qué sabían sobre la isla que ella desconocía?
—Tu amigo Antonio está involucrado —continuó Abel, bajando la voz hasta un susurro—. Debes tener cuidado con él.
Nina frunció el ceño, recordando cómo Antonio había reaccionado al mencionar a Abel. Algo en su comportamiento últimamente había sido extraño, distante. ¿Podría ser verdad lo que Abel le decía?
—¿Qué quieres decir con que está involucrado? —preguntó, cada vez más inquieta.
Abel miró a su alrededor, como asegurándose de que nadie más escuchaba.
—Antonio no es quien tú crees. Sabe que estamos aquí buscando la isla y quiere mantenernos alejados. Él también la busca, Nina.
—¡Eso no puede ser! —exclamó Nina, furiosa—. Antonio es una buena persona, y tú... tú solo eres un forastero que inventa cosas.
—Tienes que creerme. El poder de esa isla es real, y Antonio lo quiere para sí mismo. ¿Por qué crees que ha estado actuando tan extraño?
Confundida y molesta, Nina se alejó de Abel y corrió hacia la casa de Antonio. No podía creer lo que acababa de escuchar. Tenía que confrontarlo.
Cuando llegó, encontró la puerta de la casa de Antonio entreabierta. Entró con cautela, llamándolo. De repente, el policía apareció en el umbral, su rostro sombrío.
—Hablé con Abel —comenzó Nina, su voz temblorosa pero decidida.
Antonio frunció el ceño, su expresión se volvió aún más oscura.
—¿Qué es lo que te dijo? —preguntó Antonio, con voz dura, casi amenazante.
Nina, sintiendo un nudo en el estómago, intentó mantenerse firme.
—Dijo que no puedo confiar en ti, que estás buscando algo en la isla... que todo lo que está pasando tiene que ver contigo —respondió, observando cómo la tensión crecía en el rostro de Antonio.
Nina, ahora asustada, le contó todo lo que Abel le había dicho. Antonio, al escuchar, perdió el control. Gritó, negando con vehemencia, diciéndole que no debía confiar en ese hombre. Su tono era desesperado, como si intentara ocultar algo.
—¡No puedes hablar con él! ¡No lo entiendes! —gritó el hombre, acercándose rápidamente hacia ella.
Nina, asustada, intentó salir de la casa, pero Antonio la tomó del brazo con fuerza.
—Déjame ir —pidió ella, su voz rota por el miedo—. Ya no confío en ti.
—No puedes irte, Nina. Abel te está manipulando. ¡Todo lo que ha dicho es una mentira! —respondió Antonio, apretando más fuerte.
Nina forcejeó, su corazón palpitaba con fuerza. Todo lo que Abel había dicho ahora tenía sentido. El pánico la envolvía, y en un acto desesperado, golpeó a Antonio, logrando soltarse.
—¡¡Nina no!!—grito Antonio observando como ella se iba.
Está corrió hacia el bosque, con el viento frío rozándole la piel, hasta que finalmente llegó a su casa. Cerró la puerta con llave y se dejó caer en el suelo, temblando, mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.
Nina sat on the couch, her mind racing, unsettled by Antonio’s words and the strange encounter with Abel. Her grandfather’s stories about the Hidden Island came back to her with force, as if they now held a new meaning. The legends spoke of an enigmatic being on the island, someone who could cure diseases and ease suffering. However, they also warned of those who tried to steal that power for dark purposes.
Night had fallen over Chew Bay, and the sense of uncertainty that lingered in the air since the arrival of the outsiders troubled her more than ever. The normally quiet town was now filled with murmurs and suspicious glances, especially when someone mentioned the island. Something had changed, and Nina felt it in every corner of her being.
Determined to find answers, Nina grabbed a flashlight and stepped outside. The wind was strong, and with it, she thought she heard a distant murmur coming from the island. The town’s fishermen had always been clear: “Don’t go near the Hidden Island, Nina. You’ll only find darkness and pain there.” But her curiosity was much stronger than her fear.
As she walked toward the dock, she remembered Abel’s face. There was something in his eyes that unsettled her, but it also attracted her. Why did she feel such a strange connection to him? And what was his connection to the island and its mysterious inhabitant?
When she reached the dock, she saw the outsiders' boat. In the darkness, a figure moved inside. It was Abel, going over maps and papers. Determined to confront him, Nina approached, her heart pounding in her chest.
—What are you looking for on the island? —she asked, raising her voice, determined to get answers.
Abel turned immediately, surprised. His expression quickly changed to concern.
—Nina, you shouldn’t be here —he said hurriedly, moving toward her—. You have no idea what’s at stake.
—What do you know about the Hidden Island? Who are you really? —she insisted, defying his warning.
Abel sighed deeply, his gaze fixed on Nina’s eyes.
—You can’t trust what the legends say —he said in a grave tone—. The island is real, but it’s not what you think. Yes, there is healing... but there’s also darkness. And many are willing to do anything to get that power.
A chill ran down Nina’s spine. Who were these men, really? What did they know about the island that she didn’t?
—Your friend Antonio is involved —Abel continued, lowering his voice to a whisper—. You need to be careful with him.
Nina frowned, remembering how Antonio had reacted when she mentioned Abel. Something about his behavior lately had been strange, distant. Could what Abel was saying be true?
—What do you mean, involved? —she asked, increasingly uneasy.
Abel looked around, as if making sure no one else was listening.
—Antonio isn’t who you think. He knows we’re here looking for the island, and he wants to keep us away. He’s after it too, Nina.
—That can’t be true! —Nina exclaimed, furious—. Antonio is a good person, and you... you’re just a stranger making things up.
—You have to believe me. The power on that island is real, and Antonio wants it for himself. Why do you think he’s been acting so strange?
Confused and upset, Nina pulled away from Abel and ran to Antonio’s house. She couldn’t believe what she had just heard. She had to confront him.
When she arrived, she found Antonio’s door slightly ajar. She entered cautiously, calling out to him. Suddenly, the officer appeared in the doorway, his face grim.
—I spoke with Abel —Nina began, her voice trembling but determined.
Antonio frowned, his expression growing even darker.
—What did he tell you? —asked Antonio, his voice hard, almost threatening.
Nina, feeling a knot in her stomach, tried to stand her ground.
—He said I can’t trust you, that you’re looking for something on the island... that everything happening is connected to you —she responded, watching the tension build in Antonio’s face.
Now frightened, Nina told him everything Abel had said. Upon hearing this, Antonio lost control. He shouted, vehemently denying it, telling her she shouldn’t trust that man. His tone was desperate, as if trying to hide something.
—You can’t talk to him! You don’t understand! —he shouted, quickly moving toward her.
Nina, scared, tried to leave the house, but Antonio grabbed her arm tightly.
—Let me go —she pleaded, her voice breaking with fear—. I don’t trust you anymore.
—You can’t leave, Nina. Abel is manipulating you. Everything he said is a lie! —Antonio replied, gripping her arm harder.
Nina struggled, her heart pounding wildly. Everything Abel had said now made sense. Panic overwhelmed her, and in a desperate act, she struck Antonio, managing to break free.
—Nina, no!! —Antonio shouted as he watched her run off.
She ran through the forest, the cold wind brushing against her skin, until she finally reached her house. She locked the door and collapsed onto the floor, trembling, as tears began to stream down her cheeks.
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