(ESP/ENG) El Enigma de la Isla Oculta, Capítulo final

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- Leer Aquí, El Enigma de la Isla Oculta Capítulo 1: El Encuentro

- Leer Aquí, El Enigma de la Isla Oculta, Capítulo 2: El Misterio de los Forasteros

- Leer Aquí, El Enigma de la Isla Oculta, Capítulo 3: Despertar de la Duda

- Leer Aquí, El Enigma de la Isla Oculta, Capítulo 4: Revelaciones

Antonio y Nina corrieron hacia el bosque, sabiendo que solo unos segundos los separaban de K9. Detrás de ellos, el sonido de la lucha qresonaba. Abel había logrado detener temporalmente a su compañero, lanzándose sobre él para quitarle el arma. Sin embargo, no era fácil de detener.

Con un grito de esfuerzo, K9 empujó violentamente a Abel, lanzándolo contra un árbol con una fuerza brutal. Abel cayó al suelo, aturdido, mientras K9 se levantaba de inmediato, su mirada fija en Antonio y Nina que ya se alejaban.

—No escaparás, Hazael—murmuró con una frialdad inquietante.

Comenzó a correr detrás de ellos, su velocidad sobrehumana lo hacía avanzar a pasos agigantados. Antonio escuchó el eco de sus pisadas y sintió que la distancia entre ellos se acortaba peligrosamente. En su desesperación, Nina tropezó con una raíz sobresaliente del suelo y cayó.

—¡Nina!—gritó Antonio, deteniéndose en seco.

Aunque su instinto le gritaba que siguiera corriendo, no podía abandonarla. Antonio corrió hacia ella y se inclinó para ayudarla, intentando liberar su pie atrapado entre las raíces del árbol.

Justo cuando Antonio estaba levantando a Nina, su perseguidor los alcanzó. Su presencia era imponente, y en su mano estaba nuevamente el arma que había tomado tras empujar a Abel. El frío de la noche parecía más intenso con la amenaza mortal ante ellos.

—¿De verdad crees que puedes salvarla, Hazael? —dijo K9, su voz cargada de desprecio—. Sabía que algo había cambiado en ti y en Abel. Lo he observado todo el tiempo. Ambos están contaminados... por emociones humanas.

Antonio se puso delante de Nina, su cuerpo bloqueando la vista de K9 hacia ella. No podía permitir que la hirieran. No después de todo lo que habían pasado.

—El amor no es una contaminación—respondió Antonio con la mandíbula tensa—. No puedes matar a Nina por esto. Ella no ha hecho nada malo.

—¿Nada malo? —K9 dejó escapar una risa fría—. Ella es la causa de esto. Ha roto las leyes de nuestro mundo al permitirte sentir. Tú, y ahora Abel... están enamorados de una humana. Las emociones los han debilitado.

Nina, aún en el suelo, escuchaba con el corazón acelerado. La verdad resonaba en las palabras de K9: Abel también había cambiado. Ella era el catalizador de algo que ni siquiera comprendía completamente.

—No voy a permitir que la lastimes—Antonio se paró firme frente a su ex compañero—. Si tienes que cumplir con tus órdenes, hazlo conmigo.

K9 lo observó con una expresión fría, casi calculadora.

—Es una lástima. Eras uno de los mejores. Mis superiores querían que te llevará de nuevo a nuestro mundo, pero ya no sirves a nuestro propósito—murmuró, apuntando su arma directamente a Antonio.

Antes de que Nina pudiera reaccionar, un disparo resonó en el aire. Antonio se tambaleó, su cuerpo rígido por el impacto del rayo que salió del arma de K9. El tiempo pareció detenerse mientras caía al suelo, sus ojos aún fijos en Nina, con una mezcla de dolor y amor.

—¡Antonio! —gritó Nina, desesperada, gateando hacia él mientras las lágrimas corrían por su rostro.

Antonio, con esfuerzo, levantó una mano temblorosa para acariciar el rostro de la mujer.

—Nina... lo siento...—susurró con la voz débil, antes de que su respiración se detuviera por completo.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Nina lloraba sobre el cuerpo de Antonio, mientras K9 observaba con una indiferencia fría. El arma aún estaba en su mano, pero su misión no estaba completa.

—Se acabó, humana —dijo, levantando el arma una vez más.

Pero antes de que pudiera disparar, un rayo de energía lo golpeó desde un lado, lanzándolo al suelo. Abel, herido y agotado, se había levantado y disparado con lo que le quedaba de fuerza.

—¡Nina, corre!—gritó Abel, tambaleándose hacia ella.

Nina, en estado de shock, levantó la vista hacia Abel, comprendiendo finalmente el alcance de lo que estaba sucediendo. Abel estaba dispuesto a sacrificarse por ella, al igual que Antonio.

K9 se levantó lentamente—Tú también has caído, Abel. Estás perdido.

—No estoy perdido. He encontrado algo mucho más fuerte que nuestras leyes—respondió Abel, mirando a Nina—. Ahora lo entiendo.

La batalla final estaba por comenzar, y Nina sabía que no podía quedarse más tiempo. Pero antes de huir, lanzó una última mirada a Antonio, quien yacía inmóvil en el suelo, habiendo dado su vida por ella.

Ella retrocedió lentamente, con el corazón en un puño, observando a Abel y K9 prepararse para el enfrentamiento final. La brisa del bosque agitaba las hojas a su alrededor, pero en su mente, todo parecía en silencio. Su corazón aún estaba roto por la pérdida de Antonio, pero la realidad de la situación no le permitía detenerse. Tenía que sobrevivir. Tenía que hacer que el sacrificio de él significara algo.

Abel, aún tambaleándose por la herida de su enfrentamiento anterior, no desvió la vista de K9, su compañero de misión convertido en enemigo. En sus ojos había una mezcla de dolor, y algo más profundo: una comprensión de lo que había dejado atrás.

—¿Por qué lo haces, Abel? —preguntó K9, su tono más severo que nunca—. Sabías desde el principio cuál era nuestra misión. Sabías que Hazael no podía quedarse aquí. ¿Por qué traicionas todo lo que somos?

Abel tomó aire profundamente. Sentía que su cuerpo no aguantaría mucho más, pero había algo que necesitaba decir. Algo que ni siquiera había admitido para sí mismo hasta ese momento.

—Porque... —respondió, con la voz temblorosa—. He aprendido lo que significa amar. No como una debilidad, como nos han enseñado, sino como una fuerza. Algo que da sentido incluso a nuestras existencias.

K9 entrecerró los ojos—Estás hablando como un humano—dijo—. Esa mujer ha envenenado tu mente. Ha hecho lo mismo con Hazael, y ahora está destruyendo tu lealtad a nuestra especie.

—No—respondió Abel con firmeza—. Tú nunca lo entenderás, porque nunca te has permitido sentir nada más que obediencia ciega.

Su ex compañero frunció el ceño, claramente afectado por las palabras de Abel. Entonces, sin previo aviso, apuntó su arma directamente hacia él.

—Te eliminaré junto con ella, si es necesario—amenazó—. No puedo dejar que te conviertas en un riesgo para nuestra misión.

Antes de que K9 pudiera disparar, Abel se lanzó hacia él, usando la poca fuerza que le quedaba para desviar el cañón del arma. Ambos cayeron al suelo, rodando en una feroz pelea. Abel sabía que estaba en desventaja física, pero no podía permitir que llegara a Nina.

Nina, paralizada por el miedo, observaba la brutal lucha entre los dos hombres, sabiendo que su destino pendía de un hilo. Intentó moverse, pero su cuerpo estaba inmovilizado por la mezcla de terror y dolor que sentía. Antonio había dado su vida por ella, y ahora Abel estaba haciendo lo mismo.

La pelea se intensificaba, golpes resonaban en la oscuridad del bosque. Abel lograba esquivar algunos ataques, pero la herida en su costado comenzaba a pasarle factura. K9, aunque herido, seguía siendo más fuerte. En un momento de debilidad, consiguió inmovilizar a Abel, sujetándolo con una fuerza implacable.

—No puedes vencerme, Abel.—dijo K9, con la respiración pesada—. No tienes la fuerza. Y aunque la tuvieras, no puedes cambiar las leyes de nuestro mundo.

Abel, atrapado bajo el peso, apenas podía respirar, pero sus ojos permanecían fijos en Nina. Sabía que no había mucho más que pudiera hacer.

—No necesito cambiar las leyes.—dijo con esfuerzo—. Solo necesito protegerla... como Hazael lo hizo.

K9 levantó el arma, apuntándola directamente al corazón de Abel.—Entonces, muere con tus emociones humanas—dijo, apretando el gatillo.

En ese preciso momento, Nina, superando su miedo, se levantó y corrió hacia ellos con toda la velocidad que pudo reunir. Antes de que K9 pudiera reaccionar, lo embistió, haciendo que el disparo fallara y el rayo golpeara un árbol cercano.

K9, sorprendido por la embestida, perdió el equilibrio y cayó al suelo. Abel, aprovechando la distracción, se liberó de su agarre y logró ponerse en pie, aunque apenas se mantenía en pie por el dolor.

—¡Nina, aléjate! —gritó Abel con desesperación, mientras intentaba recuperarse para continuar la lucha.

Pero su verdugo ya estaba de pie de nuevo—.Tú... humana insolente—escupió—. Ahora sí que no dejaré a nadie con vida.

K9 levantó el arma, esta vez decidido a acabar con ambos, pero justo cuando iba a disparar, un sonido agudo resonó en el aire. Abel, usando sus últimas fuerzas, había sacado un dispositivo de su cinturón, una pequeña esfera de energía que emitía un destello brillante.

La explosión de luz desorientó a K9, haciéndolo retroceder mientras soltaba el arma y se cubría los ojos, cegado por el destello.

—¡Ahora, Nina!—gritó Abel, tambaleándose mientras corría hacia ella—. ¡Corre, no mires atrás!

Nina lo tomó de la mano, y juntos comenzaron a correr nuevamente hacia lo profundo del bosque, mientras su perseguidor intentaba recuperar la visión.

El bosque estaba envuelto en caos. Abel y Nina corrían desesperados, el rugido metálico de K9 resonando detrás de ellos. Abel, herido gravemente, comenzaba a flaquear.

—¡Sigue, Nina! —gritó Abel, esforzándose por mantenerse en pie.

—¡No voy a dejarte! —respondió ella, aferrándose a su brazo mientras intentaban avanzar.

El suelo crujió bajo el peso de K9 cuando finalmente los alcanzó. Con un movimiento brutal, golpeó a Abel en la cabeza, dejándolo inconsciente. Nina soltó un grito ahogado al ver a Abel caer, inmóvil.

—¿Eso es todo, Abel? —se burló K9, acercándose lentamente a Nina, disfrutando de su miedo—. Eres más débil de lo que pensé, tanto como Hazael.

Nina retrocedió mientras K9 alzaba su arma, apuntando directamente a ella. Fue entonces cuando sucedió.

El bosque quedó en silencio. No un silencio común, sino uno pesado, cargado de expectación, como si cada hoja, cada rama y cada rincón estuviera conteniendo la respiración. Un resplandor dorado y plateado comenzó a surgir entre los árboles, tiñendo el aire de una energía tan cálida y pura que el suelo mismo parecía vibrar. Era una luz que no pertenecía a este mundo, como si los mismos cielos se abrieran para dar paso a algo superior.

K9, confiado en su victoria, giró la cabeza al escuchar el cambio en el ambiente. Su mirada pasó de una expresión de arrogancia a un miedo palpable. Un resplandor cegador surgió del corazón del bosque, y de entre las sombras apareció una figura que desafiaba toda lógica.

Antonio caminaba con una presencia tan poderosa que el aire a su alrededor parecía arder en silencio. Su figura emanaba una luz celestial que bañaba todo a su paso, iluminando cada rincón del bosque con una calidez imposible de describir. Los árboles, que antes se mecían con el viento, se inclinaban hacia él, como si reverenciaran su presencia. Cada paso de Antonio resonaba como un eco en la eternidad, marcando su paso en un mundo que parecía detenerse a su paso. No era solo su luz lo que lo hacía imponente; era la sensación de poder ancestral que emanaba de él.

K9 retrocedió instintivamente, sus ojos desbordados por una mezcla de asombro y terror.

—No… no puede ser —murmuró, casi incapaz de creer lo que veía. Sus ojos recorrieron la figura de Antonio, buscando algo, cualquier cosa, que le confirmara que lo que estaba observando no era real—. Tú… tú estás muerto.

Antonio levantó la mano, como si el mismo aire respondiera a su voluntad. Su voz, profunda y resonante, retumbó en el bosque como un trueno lejano.

—No estoy muerto, K9. Yo soy uno de los elegidos para regir el equilibrio entre los mundos, y aunque pensaron que me destruirían, yo trascendí la muerte. Mi esencia no pertenece solo a este mundo.

K9, paralizado por el miedo, apenas podía procesar las palabras de Antonio. Su mente, incapaz de asimilar la magnitud del poder frente a él, tartamudeó.

—¿Eres… inmortal? —preguntó, su voz temblorosa.

Antonio sonrió, pero no era una sonrisa de burla, sino una llena de sabiduría y compasión. Con un gesto de su mano, la luz a su alrededor se intensificó, y el aire comenzó a vibrar con una energía inconfundible.

—No soy inmortal, K9. Soy mucho más que eso. La verdadera fuerza no reside en el poder físico ni en el control sobre otros. Yo tengo la capacidad de sanar, de regenerar, de devolver la vida donde había muerte. Nuestros superiores lo saben, y por eso me quieren devuelta a nuestro planeta. Pero ahora que he trascendido mis limitaciones, con mayor razón me quedo para ayudar a los humanos.

K9 se tensó, su arma todavía en mano, pero algo en la mirada de Antonio le decía que su lucha era inútil. Intentó levantarse, pero la luz que emanaba Antonio lo contenía, envolviéndolo en una energía que lo inmovilizaba.

—No comprendes, K9 —dijo Antonio con una calma sobrecogedora—. Dices no tener sentimientos pero si elegiste abrazar el odio, y yo elegí el amor.

K9 gruñó, su cuerpo temblando con frustración. Intentó disparar, pero la luz que Antonio proyectaba se intensificó aún más, desarmándolo en un abrir y cerrar de ojos. La energía lo despojó de su arma con un movimiento suave pero firme.

—Tu odio solo te ha destruido. Ahora, comprenderás lo que significa el amor verdadero —dijo Antonio mientras se acercaba lentamente.

El aire estaba impregnado de una sensación de cambio profundo, como si todo el bosque estuviera observando el desenlace. Con un movimiento final, Antonio levantó su mano hacia K9, y una ola de luz pura lo envolvió, deteniéndolo en seco. K9, por un momento, mostró una expresión de desconcierto, como si, por primera vez, se diera cuenta de la verdad que Antonio le estaba revelando. Un destello de arrepentimiento cruzó su rostro, pero fue efímero. La luz de Antonio lo consumió, y su cuerpo comenzó a desvanecerse, disipándose en partículas doradas que se desintegraban en el aire.

Cuando la luz se desvaneció, el bosque, que antes estaba cargado de tensión, recobró su paz. Antonio se agachó junto a Abel, que yacía en el suelo, herido pero con vida.

—Hermano, no dejaré que esto termine para ti —dijo Antonio, su voz suave y llena de compasión.

De su mano surgió una luz cálida, que recorrió el cuerpo de Abel, cerrando cada herida y regenerando su cuerpo. Abel abrió los ojos, sintiendo una sensación de alivio que nunca antes había experimentado.

Nina, aún incrédula, se acercó lentamente, observando a Antonio con una mezcla de asombro y gratitud.

—Antonio… —susurró, temerosa de que pudiera desvanecerse como lo hizo K9.

Sin decir palabra, Antonio la miró y la abrazó. Nina, sin poder resistir la emoción del momento, lo besó, un beso cargado de amor, de gratitud, de una conexión que iba más allá de la comprensión humana.

Cuando se separaron, Nina miró a Abel, quien observaba la escena en silencio, un poco incómodo.

—No puedo imaginar mi vida sin ustedes dos —dijo Nina, su voz temblando de emoción.

Se inclinó hacia Abel y lo besó también, dejando claro que ambos eran igualmente importantes para ella. Luego, tomó la mano de cada uno, entrelazándolas con las suyas.

Antonio y Abel intercambiaron una mirada. Sabían que su vínculo con Nina era inquebrantable, pero también entendían que ahora estaban más conectados entre ellos que nunca, gracias a lo que habían vivido juntos.

La luna brillaba sobre ellos, y el bosque, ahora en paz, parecía aceptar su unión como algo natural y sagrado.

Antonio and Nina ran toward the forest, knowing that only a few seconds separated them from K9. Behind them, the sound of the struggle echoed. Abel had managed to temporarily stop his partner, throwing himself at him to take his weapon. However, he wasn’t easy to stop.

With a shout of effort, K9 violently pushed Abel, throwing him against a tree with brutal force. Abel fell to the ground, stunned, while K9 quickly got up, his gaze fixed on Antonio and Nina, who were already moving further away.

—You won't escape, Hazael—he murmured with an unsettling coldness.

He began to run after them, his superhuman speed allowing him to make giant strides. Antonio heard the echo of his footsteps and felt the distance between them closing dangerously. In her desperation, Nina tripped over a protruding root and fell.

—Nina!—Antonio shouted, stopping in his tracks.

Although his instincts screamed at him to keep running, he couldn’t leave her behind. Antonio ran toward her and bent down to help, trying to free her foot trapped between the tree roots.

Just as Antonio was lifting Nina, their pursuer caught up to them. His presence was imposing, and in his hand was once again the weapon he had taken after pushing Abel. The cold of the night seemed more intense with the mortal threat before them.

—Do you really think you can save her, Hazael?—K9 said, his voice filled with contempt—. I knew something had changed in you and Abel. I've been watching the whole time. You’re both contaminated... by human emotions.

Antonio positioned himself in front of Nina, his body blocking K9’s view of her. He couldn’t allow her to be hurt. Not after everything they had been through.

—Love isn’t a contamination—Antonio responded, his jaw clenched—. You can't kill Nina for this. She hasn’t done anything wrong.

—Nothing wrong?—K9 let out a cold laugh—. She’s the cause of this. She’s broken the laws of our world by allowing you to feel. You, and now Abel... you're in love with a human. Emotions have weakened you.

Nina, still on the ground, listened with her heart racing. The truth echoed in K9’s words: Abel had also changed. She was the catalyst of something she didn’t even fully understand.

—I won’t let you hurt her—Antonio stood firm in front of his former partner—. If you have to follow your orders, do it with me.

K9 looked at him with a cold, almost calculating expression.

—What a shame. You were one of the best. My superiors wanted me to bring you back to our world, but you no longer serve our purpose—he murmured, pointing his weapon directly at Antonio.

Before Nina could react, a shot rang through the air. Antonio staggered, his body stiff from the impact of the blast from K9’s weapon. Time seemed to stop as he fell to the ground, his eyes still fixed on Nina, a mix of pain and love in them.

—Antonio!—Nina screamed, desperate, crawling toward him as tears streamed down her face.

Antonio, with effort, lifted a trembling hand to stroke the woman’s face.

—Nina... I’m sorry...—he whispered weakly, before his breathing completely stopped.

The silence that followed was deafening. Nina cried over Antonio’s body, while K9 watched with cold indifference. The weapon was still in his hand, but his mission was not yet complete.

—It’s over, human—he said, raising the weapon once again.

But before he could fire, a bolt of energy hit him from the side, sending him to the ground. Abel, injured and exhausted, had gotten up and fired with what little strength he had left.

—Nina, run!—Abel shouted, staggering toward her.

Nina, in shock, looked up at Abel, finally understanding the full extent of what was happening. Abel was willing to sacrifice himself for her, just like Antonio had.

K9 slowly got up—You’ve fallen too, Abel. You’re lost.

—I’m not lost. I’ve found something much stronger than our laws—Abel replied, looking at Nina—. Now I understand.

The final battle was about to begin, and Nina knew she couldn’t stay much longer. But before fleeing, she cast one last glance at Antonio, who lay motionless on the ground, having given his life for her.

She stepped back slowly, her heart in a fist, watching as Abel and K9 prepared for the final confrontation. The breeze of the forest rustled the leaves around her, but in her mind, everything seemed silent. Her heart was still broken from the loss of Antonio, but the reality of the situation wouldn’t allow her to stop. She had to survive. She had to make his sacrifice mean something.

Abel, still staggering from his earlier injury, didn’t take his eyes off K9, his mission partner now turned enemy. In his eyes was a mixture of pain, and something deeper: an understanding of what he had left behind.

—Why are you doing this, Abel?—K9 asked, his tone harsher than ever—. You knew from the beginning what our mission was. You knew Hazael couldn’t stay here. Why are you betraying everything we are?

Abel took a deep breath. He felt his body wouldn’t hold up much longer, but there was something he needed to say. Something he hadn’t even admitted to himself until this moment.

—Because...—he replied, his voice trembling—. I’ve learned what it means to love. Not as a weakness, as we’ve been taught, but as a strength. Something that gives meaning even to our existences.

K9 squinted his eyes—You’re talking like a human—he said—. That woman has poisoned your mind. She’s done the same to Hazael, and now she’s destroying your loyalty to our species.

—No—Abel answered firmly—. You’ll never understand, because you’ve never allowed yourself to feel anything but blind obedience.

His former partner frowned, clearly affected by Abel’s words. Then, without warning, he aimed his weapon directly at him.

—I’ll eliminate you along with her, if necessary—he threatened—. I can’t let you become a risk to our mission.

Before K9 could fire, Abel lunged at him, using the little strength he had left to deflect the barrel of the weapon. They both fell to the ground, rolling in a fierce struggle. Abel knew he was at a physical disadvantage, but he couldn’t let K9 reach Nina.

Nina, paralyzed by fear, watched the brutal fight between the two men, knowing that her fate hung by a thread. She tried to move, but her body was immobilized by the mixture of terror and pain she felt. Antonio had given his life for her, and now Abel was doing the same.

The fight intensified, blows echoing in the darkness of the forest. Abel managed to dodge some attacks, but the wound in his side was starting to take its toll. K9, though wounded, remained stronger. In a moment of weakness, he managed to pin Abel down, holding him with an unrelenting force.

—You can’t defeat me, Abel—K9 said, breathing heavily—. You don’t have the strength. And even if you did, you can’t change the laws of our world.

Abel, trapped under the weight, could barely breathe, but his eyes remained fixed on Nina. He knew there wasn’t much more he could do.

—I don’t need to change the laws—he said with effort—. I just need to protect her... like Hazael did.

K9 raised the weapon, aiming it directly at Abel’s heart.—Then die with your human emotions—he said, tightening the trigger.

At that precise moment, Nina, overcoming her fear, stood up and ran toward them with all the speed she could muster. Before K9 could react, she charged into him, causing the shot to miss and the blast to hit a nearby tree.

K9, surprised by the charge, lost his balance and fell to the ground. Abel, seizing the distraction, broke free from his grip and managed to get to his feet, though he could barely stand from the pain.

—Nina, get away!—Abel shouted desperately, trying to recover to continue the fight.

But their executioner was already standing again—You... insolent human—he spat—. Now I won’t leave anyone alive.

K9 raised the weapon, this time determined to end both of them, but just as he was about to fire, a sharp sound rang through the air. Abel, using his last strength, had pulled out a device from his belt, a small energy sphere that emitted a bright flash.

The explosion of light disoriented K9, causing him to retreat as he dropped the weapon and covered his eyes, blinded by the flash.

—Now, Nina!—Abel shouted, staggering as he ran toward her—. Run, don’t look back!

Nina grabbed his hand, and together they began running again into the depths of the forest, while their pursuer tried to recover his vision.

The forest was in chaos. Abel and Nina ran desperately, the metallic roar of K9 echoing behind them. Abel, gravely injured, was beginning to falter.

—Keep going, Nina!—Abel shouted, struggling to stay on his feet.

—I won’t leave you!—she replied, clinging to his arm as they tried to move forward.

The ground cracked under K9’s weight when he finally reached them. With a brutal move, he struck Abel in the head, knocking him unconscious. Nina let out a strangled scream as she saw Abel fall, motionless.

—Is that all, Abel?—K9 mocked, slowly approaching Nina, relishing in her fear—. You’re weaker than I thought, just like Hazael.

Nina stepped back as K9 raised his weapon, aiming directly at her. That’s when it happened.

The forest fell silent. Not an ordinary silence, but one heavy with expectation, as if every leaf, every branch, and every corner was holding its breath. A golden and silver glow began to emerge among the trees, tinging the air with an energy so warm and pure that the ground itself seemed to vibrate. It was a light that didn’t belong to this world, as if the heavens themselves were opening to make way for something superior.

K9, confident in his victory, turned his head at the change in the atmosphere. His expression shifted from arrogance to palpable fear. A blinding glow erupted from the heart of the forest, and from among the shadows appeared a figure that defied all logic.

Antonio walked with such a powerful presence that the air around him seemed to burn in silence. His figure radiated a celestial light that bathed everything in its path, illuminating every corner of the forest with a warmth impossible to describe. The trees, which had once swayed with the wind, bent toward him as if revering his presence. Each step of Antonio’s echoed like a ripple in eternity, marking his passage in a world that seemed to stop in its tracks. It wasn’t just his light that made him imposing; it was the sense of ancient power that emanated from him.

K9 instinctively recoiled, his eyes overwhelmed by a mix of awe and terror.

—No… it can’t be —he murmured, almost unable to believe what he was seeing. His eyes scanned Antonio’s figure, searching for something, anything, that would confirm that what he was observing wasn’t real—. You… you’re dead.

Antonio raised his hand, as if the very air responded to his will. His voice, deep and resonant, thundered through the forest like a distant storm.

—I’m not dead, K9. I am one of the chosen to rule the balance between worlds, and though they thought they’d destroy me, I transcended death. My essence doesn’t belong solely to this world.

K9, paralyzed by fear, could barely process Antonio’s words. His mind, unable to grasp the magnitude of the power before him, stammered.

—Are you… immortal? —he asked, his voice trembling.

Antonio smiled, but it wasn’t a smile of mockery; it was one filled with wisdom and compassion. With a gesture of his hand, the light around him intensified, and the air began to vibrate with an unmistakable energy.

—I’m not immortal, K9. I am much more than that. True strength doesn’t lie in physical power or control over others. I have the ability to heal, to regenerate, to return life where there was death. Our superiors know this, and that’s why they want me back on our planet. But now that I’ve transcended my limitations, I stay to help humanity.

K9 tensed, his weapon still in hand, but something in Antonio’s gaze told him his struggle was futile. He tried to rise, but the light emanating from Antonio held him in place, enveloping him in an energy that immobilized him.

—You don’t understand, K9 —Antonio said with a chilling calm—. You claim to have no feelings, but you chose to embrace hatred, while I chose love.

K9 growled, his body trembling with frustration. He tried to fire, but the light Antonio projected intensified even more, disarming him in the blink of an eye. The energy stripped him of his weapon with a smooth but firm movement.

—Your hatred has only destroyed you. Now, you’ll understand what true love means —Antonio said as he slowly approached.

The air was thick with the sensation of profound change, as if the entire forest was watching the outcome. With a final movement, Antonio raised his hand toward K9, and a wave of pure light enveloped him, halting him in his tracks. For a moment, K9’s expression shifted to one of confusion, as if, for the first time, he realized the truth Antonio was revealing to him. A flash of regret crossed his face, but it was fleeting. Antonio’s light consumed him, and his body began to fade, dissolving into golden particles that disintegrated into the air.

When the light faded, the forest, which had once been heavy with tension, regained its peace. Antonio knelt beside Abel, who lay on the ground, wounded but alive.

—Brother, I won’t let this end for you —Antonio said, his voice soft and filled with compassion.

From his hand emerged a warm light, which traveled over Abel’s body, closing every wound and regenerating his body. Abel opened his eyes, feeling a sense of relief he had never experienced before.

Nina, still in disbelief, approached slowly, watching Antonio with a mixture of awe and gratitude.

—Antonio… —she whispered, fearful that he might vanish like K9 did.

Without saying a word, Antonio looked at her and embraced her. Nina, unable to resist the emotion of the moment, kissed him, a kiss filled with love, gratitude, and a connection beyond human comprehension.

When they pulled apart, Nina looked at Abel, who watched the scene in silence, a bit uncomfortable.

—I can’t imagine my life without both of you —Nina said, her voice trembling with emotion.

She leaned toward Abel and kissed him too, making it clear that both were equally important to her. Then, she took each of their hands, intertwining them with hers.

Antonio and Abel exchanged a glance. They knew their bond with Nina was unbreakable, but they also understood that now they were more connected than ever, thanks to what they had lived through together.

The moon shone above them, and the forest, now at peace, seemed to accept their union as something natural and sacred.


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Historia y personajes creados por mí
Traducido al inglés con Deepl Translator

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