An old legend from Spain tells us about the apparitions of a procession of the dead that manifests itself on Good Friday, for this reason, a skeptical investigator travels to the place to verify the veracity of these facts.

/ Una vieja leyenda de España, nos cuenta sobre apariciones de una procesión de muertos que se manifiesta el Viernes Santo, por eso, un investigador escéptico viaja al lugar para comprobar la veracidad de estos hechos.

  During the first days of April, a collector of legends arrives in the province of Zamora in Spain. His main objective is to spend Holy Week in that place. Some local friends gladly offered him a room in their house so that he is comfortable and can also write the first draft of his new book of mysteries, ghosts, and apparitions; related to the Galician legend of the procession of the dead, known as the Santa Compaña.

  It is no coincidence that Mauro Saavedra chose this town to carry out his research. The historian graduated from the Complutense University of Madrid with honors, has dedicated his academic life to the investigation of Spanish-speaking mystery legends, which led him unequivocally to visit this Spanish town, where it is presumed that it manifests itself on the night of the Good Friday, a macabre brotherhood of ancient spirits, headed by the condemned soul of the Bishop Comunero, who was known as the Devil's sword.

  Mauro's investigations gathered information not confirmed by reliable sources, regarding a supposed Catholic Bishop who carried a rather strange black sword. Presumably, according to what is reported in many writings of the time, during the war of the comuneros, there was a Bishop appointed directly by Pope Innocent VIII. This Vatican envoy succumbed in the madness of the fighting to a delirium of infinite power, lust, and bloodlust, which led him to kill many people, including several priests in the province who opposed his excesses, which is why he had a sure sentence to hell and also be cursed.

   The disturbed Bishop committed heinous acts of cruelty for several years, raped and killed anyone he wanted as the worst of criminals, sheltered under the shield of the supposed divine protection of the King of the day and the Pope. Some say that his reign of terror lasted for so long due to the black sword that he always carried, which he had achieved through a pact with the Devil.

  Legend has it that one night on Holy Thursday, the evil Bishop broke into one of the main churches of the region together with his army of community members. There, a mass was celebrated in commemoration of the death of Jesus, but that did not matter to the macabre character, since in his madness he considered those priests and parishioners as his enemies, because they had different political thoughts.

  With his hand wielding the mythical sword, he killed everyone in that temple, but shortly before leaving the church, there was a powerful tremor, which poured all the oil contained in one of the lily lamps on him, turning him into a human lighter The ghoulish man continued to hold his sword aloft as he charged out of the temple screaming in flames to his death. It is believed that this act of evil condemned him to be an eternal penitent of hell and that during the nights of Holy Week, his cries of pain and regret can still be heard as he walks with his community members holding the Devil's sword up, being herded for a demon.

  Of course, Mauro does not believe one bit of these ancient legends, he is by conviction a skeptic and atheist, so this type of thing does not intimidate him, despite the many warnings he received from the townspeople. On the night of that Good Friday, Mauro attended the Catholic burial procession of Jesus to observe and take photos. Then he stayed in the town church with the permission of the priest, reading the historical books in the archive until the wee hours of the morning inside the library, where he inadvertently fell asleep in the midst of solitude and darkness.

  Suddenly a nauseating smell woke him up, it was an extremely strange and unknown stench, it wasn't sulfur, it wasn't rotten either, it was more like leftover meat mixed with a skunk smell or something worse. The noise of many footsteps and the voices of an apparent crowd made him get up from his chair confused to peek through the peephole in the door, meanwhile, he looked that the watch on his wrist marked exactly the time of 3:00 am. It was very strange that someone was in the church at that time, let alone a lot of people, thought Mauro inside his head as he wiped his eyes to look.

  When he laid his eye on the door viewer, absolute terror penetrated to the depths of his soul, a vision of hell materializing in an eerie way beyond any barrier of horror he had ever felt before. Terrified, Mauro was paralyzed, the oxygen could no longer reach his lungs, and he could only know that he was still alive because he felt the hot urine that rolled down his pants, while he looked as if from the crypt that is in the basement of the church, a procession of malevolent specters with hideous infernal features emerged.

  They all wore the costumes of the comune army and a black hood with a long peak like that of the penitents. At the head of the procession was no doubt a man with red and black skin, burned and smoking, peeling off in pieces, wearing a Bishop's hat and holding aloft a black sword ablaze with flames, while a tall demon and the body of a bull tempered him, with heavy chains tied around his neck.

  Durante los primeros días del mes de abril, un recolector de leyendas llega a la provincia de Zamora en España. Su objetivo fundamental es pasar la Semana Santa en ese lugar, unos amigos de la localidad gustosamente le ofrecieron una habitación en su casa para que esté cómodo, y pueda así además, escribir el primer borrador de su nuevo libro de misterios, fantasmas y apariciones; relacionadas a la leyenda gallega de la procesión de muertos, conocida como la Santa Compaña.

  No es casualidad que Mauro Saavedra escogiera esta localidad para desarrollar su investigación. El historiador egresado de la Universidad Complutense de Madrid con honores, ha dedicado su vida académica a la investigación de las leyendas de misterio de habla hispana, cosa que lo llevó inequívocamente a visitar este pueblo Español, donde se presume que se manifiesta en la noche del Viernes Santo, una macabra cofradía de espíritus antiguos, encabezada por el alma condenada del Obispo Comunero, a quien se le conocía como la espada del Diablo.

  Las investigaciones de Mauro, recabaron información no confirmada por fuentes fiables, respecto a un supuesto Obispo católico que portaba una espada negra bastante extraña. Según se presume, de acuerdo a lo relatado en muchos escritos de la época, durante la guerra de los comuneros, existió un Obispo designado directamente por el Papa Inocencio VIII. Este enviado del Vaticano, sucumbió en la locura de los combates ante un delirio de poder infinito, la lujuria y la sed de sangre, lo que lo llevó a matar a muchas personas, entre ellas, varios sacerdotes de la provincia que se opusieron a sus desmanes, razón por lo cual tenía una condena segura al infierno y además estar maldito.

  El perturbado Obispo cometió durante varios años actos atroces de crueldad, violaba y mataba a todo aquel que quisiera como el peor de los delincuentes, amparado bajo el escudo de la supuesta protección divina del Rey de turno y el Papa. Hay quienes aseguran que, su reinado de terror se mantuvo durante tanto tiempo debido a la espada negra que siempre portaba, la cual había conseguido mediante un pacto con el Diablo.

  Cuenta la leyenda que una noche del Jueves Santo, el maléfico Obispo irrumpió junto con su ejército de comuneros en una de las iglesias principales de la comarca. Allí se celebraba una misa en conmemoración a la muerte de Jesús, pero al macabro personaje eso le importó poco, ya que en su locura consideraba a esos sacerdotes y feligreses como sus enemigos, porque tenían pensamientos políticos diferentes.

  Con su propia mano empuñando la mítica espada, dio muerte a todos en ese templo, pero poco antes de salir de la iglesia, se produjo un poderoso temblor, que vertió sobre él todo el aceite contenido de una de las lámparas de lirios, convirtiéndolo en un mechero humano. El macabro hombre seguía sosteniendo la espada en alto, mientras salía del templo gritando encendido en llamas hasta su muerte. Se cree que ese acto de maldad lo condenó a ser un eterno penitente del infierno, y que durante las noches de Semana Santa, aún pueden escucharse sus llantos de dolor y lamento mientras camina con sus comuneros sosteniendo la espada del Diablo en alto, siendo arreado por un demonio.

  Por supuesto que Mauro no cree ni una pizca de estas leyendas antiguas, él por convicción es un hombre escéptico y ateo, así que este tipo de cosas no le intimidan, a pesar de las múltiples advertencias que recibió de los moradores del pueblo. La noche de ese Viernes Santo, Mauro asistió a la procesión católica del entierro de Jesús para observar y tomar fotos. Luego se quedó en la iglesia del pueblo con el permiso del cura, leyendo los libros históricos asentados en el archivo hasta altas horas de la madrugada dentro de la biblioteca, donde sin darse cuenta se quedó dormido en medio de la soledad y la oscuridad.

  Repentinamente un olor nauseabundo lo despertó de golpe, era un hedor sumamente extraño y desconocido, no era azufre, tampoco era a podrido, era más bien como carne quedada mezclado con un olor a zorrillo o algo peor. El ruido de muchos pasos y las voces de una aparente multitud, lo hicieron levantarse de la silla confundido para asomarse por la mirilla de la puerta, mientras tanto, miraba que el reloj en su muñeca marcaba exactamente la hora de las 3:00 A.m. Era muy extraño que alguien estuviera en la iglesia a esas horas, y mucho más un montón de personas, pensó Mauro dentro de su cabeza mientras se limpiaba los ojos para mirar.

  Cuando puso el ojo sobre el visor de la puerta, el terror absoluto se adentró hasta lo más profundo de su alma, una visión del infierno se materializaba de forma espeluznante traspasando cualquier barrera de horror que haya sentido antes. Mauro aterrado se quedó paralizado, el oxígeno ya no lograba alcanzar sus pulmones, y solo podía saber que estaba aún con vida porque sentía el orine caliente que rodaba por su pantalón, mientras miraba como de la cripta que está en el sótano de la iglesia, emergió una procesión de espectros malévolos con horrendas características infernales.

  Todos vestían los trajes del ejército comunero, y una capucha negra de pico largo como la de los penitentes. A la cabeza de la procesión se encontraba sin duda un hombre con la piel roja y negra, quemada y humeante que se desprendía a pedazos, portando un sombrero de Obispo y sosteniendo en alto una espada negra encendida en llamas, mientras un demonio de gran altura y cuerpo de toro templaba de él, con unas pesadas cadenas que tenía amarradas al cuello.

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