La isla Ellis. Un nuevo comienzo. / Ellis Island. A New beginning [SPA/ENG]

in abrilcontest •  4 years ago 


Imagen de DarkmoonArt_de en Pixabay



El golpe seco del aterrizaje del carguero penitenciario despertó a los pocos pasajeros que aún podían dormir, la mayoría se mantenían atentos a los movimientos de los demás. Finalmente, habíamos llegado a la isla Ellis; en los rostros prisioneros se veía la esperanza de un nuevo comienzo, una oportunidad única de concesión de absolución total.

Miradas ansiosas observaban el conteo regresivo del gran reloj digital que había encima de las puertas a la libertad. Era imposible mantenerse calmado sobre el asiento, las rodillas impacientes hacían sonar los grilletes que aprisionaban los tobillos al compás de los segundos restantes.

Las compuertas se abrieron de par en par dejando entrar una ráfaga de viento frío. Era intoxicante el dulce aroma del aire salado de la playa, olor a libertad, que para algunos había sido privada por más de una docena de años; en el exterior, el día comenzaba a aclarar.

El reloj llegó a cero, un tono de alarma indicó que las esposas y grilletes de la primera fila de asientos se habían desactivado. Sin perder un segundo, todos los prisioneros de la primera fila corrieron hacia la libertad. Cinco segundos después, otro tono de alarma similar al anterior indicó la liberación de la siguiente fila, incrementando el período de espera con cada fila que se liberaba. Las puertas no tardarían en cerrarse, dejando muy poco tiempo para las últimas filas, las de los prisioneros más peligrosos.

Tan pronto mis ataduras se abrieron, corrí hacia la libertad. Antes de llegar a la salida, eché un vistazo hacia atrás y vi a mi compañero de celda aun sentado en su asiento. Forcejeaba con otro prisionero que lo había tomado por el cuello.

Quise regresar pero sentí una mano apretando mi brazo.

“No hay tiempo que perder”, apuró Mike. Él sabía muy bien que no éramos rivales para el grupo penitenciario de la sala D, donde abundaban asesinos y mercenarios. Bajé la vista recordando que pude haber sido yo, si no hubiésemos cambiados de asientos.

Aun así traté de zafarme para llegar hasta mi compañero pero en sus labios leí una palabra que quedó grabada en mi mente, “huye”. Su cuello cedió a la presión de su atacante y en cuestión de segundos, la vida se esfumó de sus ojos.

“¡Vamos! Recuerda porqué hacemos esto”, gritó Mike. Indudablemente, no había tiempo que perder, pronto se verían libres de sus ataduras y también irían tras nosotros.

Mientras escapábamos, lamenté la pérdida de un buen amigo, era inevitable pensar que nuestra humanidad se reducía a la detestable frase de cada quien por su cuenta.

En el exterior, no había rastros de prisioneros cerca, más que algunos cuerpos decapitados en la orilla de la playa, aquellos que intentaron escapar lanzándose al mar. Quizás habían olvidado las cargas explosivas que habían puesto en nuestras cabezas o tal vez los habían obligado a lanzarse al mar en contra de su voluntad.

Los otros ocho compañeros nos hacían señas colina arriba; corrimos hacia allá sin perder tiempo. Desde la nueva posición pudimos ver que se extendía un camino asfaltado hacia un pueblo que se encontraba en el valle formado por cordilleras de montañas; decenas de prisioneros corrían por la vía, adelantándose.

Después de años de encerramiento, el aire fresco y el paisaje que nos regalaba la isla era un paraíso, un atisbo a la libertad anhelada. El verdor abundante y pacifico nos hizo olvidar nuestra anterior vida por unos instantes, una experiencia que pronto fue opacada por las detonaciones de las armas de fuego de los moradores de la isla.

Los prisioneros que optaron por correr por el camino asfaltado perecieron en su intento por llegar más rápido a su destino. Logramos ver a lo lejos a algunos sobrevivientes que huían despavoridos hacia las áreas cubiertas por la vegetación.

Nuestro plan era arriesgado pero simple, buscar un refugio y ocultarnos hasta el anochecer. Todos coincidimos en no usar el camino asfaltado por los momentos.

Tras el ruido de alerta de una sirena, los retro propulsores de la nave se encendieron y el carguero penitenciario despegó, alejándose en el cielo azul, hasta convertirse en un pequeño punto. Ya no había marcha atrás.

Gracias al mapa que nos consiguió mi fallecido compañero de celda, encontramos el pantano que nos serviría como refugio para ocultarnos. Tuvimos que cubrir nuestro cuerpo con barro y hojas para despistar a los cazadores y sus sabuesos.

Debíamos mantenernos completamente quietos, a pesar de lo que sucediera. Tarea que no era sencilla; el pantano estaba infectado de extrañas alimañas, sabandijas que disfrutaban recorrer nuestro cuerpo. Estábamos a la merced de las sanguijuelas que hacían un festín con nuestras extremidades. Pero lo más difícil era soportar los gritos de los prisioneros siendo masacrados por los habitantes de la isla. Era de esperarse, con cada muerte obtenían una jugosa ganancia que se sumaba a sus cuentas bancarias.

Cada segundo que pasaba parecía una eternidad. Los haces de luz carmesí de sus armas se cruzaban sobre nosotros mientras se acercaban al sitio donde estábamos escondidos; contuve el aliento al sentir las pesadas patas de las bestias que venía buscando nuestro olor. Tras un par de vueltas a la zona se dieron por vencidos y decidieron buscar en otro lugar. Por unos instantes, el peligro había pasado, pero debíamos esperar hasta que anocheciera para continuar nuestro camino con vida, aunque solo contábamos con menos de 24 horas para llegar a nuestro destino.

El tiempo apremiaba, pero pasara lo que pasara debíamos seguir esperando hasta que oscureciera. Pasado un período que me supuse fueron 30 minutos, minutos más, minutos menos, los sonidos cesaron, creando un silencio sordo. Tres de nuestros compañeros se levantaron cuidadosamente y al ver que ya no había cazadores en la zona, decidieron continuar avanzando y ganar distancia. Quise hacer lo mismo que ellos, mi cuerpo ya no soportaba un minuto más bajo las incesantes mordeduras de las infernales criaturas, pero nuevamente Mike me sujetó el brazo.

A duras penas podía verlo con todo el fango que tenía sobre su cuerpo, el brillo de sus ojos me indicó donde se encontraba su cabeza, agitó su cabeza casi imperceptiblemente y volvió a cerrar sus ojos.

No habían recorrido más de 20 metros cuando uno de ellos fue atravesado con una flecha. El sujeto cayó de largo frente a los otros dos; sorprendidos, de inmediato cada uno huyó en sentidos distintos. Era la mejor alternativa frente a un asesino entrenado, el tiempo que le tomara decidir a cuál de los dos seguir, le daría la oportunidad al otro de sobrevivir. Sin embargo, tras un silbido, otros dos cazadores saltaron de los árboles cercanos y después de un destello metálico simultáneo, ambos fugitivos cayeron arrodillados sosteniendo sus gargantas. Definitivamente, estos no eran cazadores comunes, eran especialistas, quizás ex militares que disfrutaban matar con armas silenciosas.

Cerré los ojos y apreté los dientes. Era la segunda vez que Mike salvaba mi vida. Nuevamente se hizo un completo silencio en el área. Debía calmarme, bajé mi ritmo de respiración y puse mis pensamientos en otro lugar.

Me concentré en mí amada Clara, la razón por la que decidí aceptar esta pesadilla para reducir mi condena drásticamente. Recuerdo que era verano, el calor era sofocante. Un grupo de protestantes y yo nos encontramos manifestando por los derechos de los trabajadores y las injusticias sociales. Las fuerzas armadas arremetieron contra nosotros y nos lanzaron bombas lacrimógenas. Una de ellas me golpeó en el estómago y casi perdí el sentido; el gas se esparció muy cerca de mí, no podía respirar y mis ojos me ardían. Apareció de repente, pateando la lata hacia los oficiales. De inmediato. Todos los demás rebeldes imitaron su acción, haciendo retroceder a los efectivos. Aprovechó entonces para poner un pañuelo con vinagre sobre mi rostro contrarrestando el efecto del gas lacrimógeno. Jamás había conocido a una mujer con tanta valentía.

Su dulce rostro juvenil, sus ojos verdes y su largo cabello castaño la hacían ver como una delicada flor, pero en realidad podía ser tan temible como una fiera herida. Una mujer que no le importaba ensuciarse las manos de ser necesario.

Me refugié en su recuerdo y las horas se fueron escurriendo.

El día se convirtió en noche. La oscuridad nos permitía circular libremente sin arriesgarnos a ser víctima de los moradores y también ayudaría a cubrir la distancia que nos faltaba recorrer. Aun así, la noche no dejaba de ser peligrosa, pronto conoceríamos muy bien la razón por la cual habitantes y cazadores dejaban de cazarnos al anochecer.

Los pocos que quedamos comenzamos a correr por nuestras vidas, a reponer el tiempo perdido. Era momento de usar el camino asfaltado. Debíamos recorrer alrededor de 50 kilómetros en menos de 8 horas. Agotados y hambrientos iniciamos nuestra larga marcha.

Cada 5 kilómetros había un poste de luz, al pie de ellos se encontraba una numeración que indicaba la distancia recorrida. Al principio no entendimos cuál era su objetivo, desafortunadamente lo averiguamos de la peor forma.

Dimos alcance a otro grupo de prisioneros que habían planificado la misma estrategia, decidimos unirnos a su trote. Después de un tiempo, comenzamos a oír jadeos y gruñidos tras nosotros, la oscuridad evitaba discernir de qué se trataba este nuevo peligro.

Pronto el brillo de decenas de ojos nos seguía de cerca acompañados de feroces colmillos. Pero no aceleraban su paso para alcanzarnos. Ellos trotaban placenteramente esperando que el cansancio nos alcanzara, para entonces, se lanzarían contra nosotros sin misericordia.

Me concentré en el negruzco camino que se extendía frente a mí, las líneas blancas interminables que nos acompañaban a cada lado de la carretera; todos andábamos a un paso de trote suave para mantener la velocidad sin agotarnos demasiado.

Grandes gotas bajaban por mi frente y se acumulaban en mis cejas, de vez en cuando caían en mis ojos y sentía el picor de mi sudor. Los jadeos se hicieron más cercanos, haciéndonos incrementar más nuestra velocidad. Estaba claro que su paciencia se agotaba.

Después del cuarto poste, mis piernas comenzaron a sentir el cansancio, músculos adoloridos protestaban de vez en cuando con fuertes tirones. Debía continuar, así que aceleré el paso para abandonar el grupo de los rezagados. De pronto se escuchó un grito de pavor que heló mi sangre.

Una de las bestias se había cansado de jugar con la comida y saltó sobre su presa. Un hombre pasado de peso que ya no podía con su alma, había disminuido demasiado su velocidad y fue víctima de las hambrientas fieras. En la total oscuridad, solo podíamos imaginarnos lo que sucedía. Sus gritos cesaron en cuestión de segundos y fueron reemplazados por gruñidos de bestias defendiendo su botín.

Aparentemente no les gustaba compartir la comida entre ellas.

El cuerpo del pobre diablo solo incrementó aún más su hambre. Pronto, volvimos a sentir sus jadeos tras nosotros.

Al llegar al quinto poste, mis piernas se sentían hechas de cemento. Un par de prisioneros disminuyeron su velocidad y se pusieron a mí alrededor, guardando su distancia. Mi mente deliraba de cansancio y no podía predecir sus intenciones. El hombre de barba a mi izquierda clavó sus ojos en mí y luego echó una mirada a su compañero. Todo pasó muy rápido, me volteé a ver al otro y sentí un fuerte golpe en la cara que me hizo perder el equilibrio y caer de bruces. Luego sentí una patada en el estómago.

Lo único que pude ver eran las piernas de otros prisioneros que continuaban su camino sin aminorar su marcha.

Estaba demasiado agotado para defenderme de sus golpes. En el suelo, sentí como las rodillas del hombre de barbas se clavaban en mis costillas, apenas podía respirar. El brillo de un punzón improvisado apareció en sus manos y pensé que era mi final.

“El alcalde manda sus saludos”, soltó de improvisto

Entonces recordé su cara, era el mismo hombre que había acabado con la vida de mi compañero de celda. Posiblemente nos había confundido en esa ocasión. Cerré mis ojos y esperé lo inevitable. De pronto escuché su cuerpo caer al suelo de golpe y cuando pude abrir bien mis ojos, vi a Mike con un palo en sus manos golpeando al segundo prisionero.

Por unos instantes olvidamos el peligro de las bestias que nos seguían, el segundo prisionero huyó del sitio al escuchar los feroces rugidos. Estábamos a la merced de los predadores y yo apenas me había recuperado de los golpes recibidos.

“¡Vete!”, grité a Mike. “¡Huye!”, volví a gritar recordando a mi antiguo compañero de celda.

Mike sujetó más fuerte su vara y esperó que nos atacaran pero para nuestra sorpresa, las bestias no podían acercarse a la luz del poste. Al parecer no eran bestias normales, posiblemente habían sido modificadas genéticamente para atacar en la oscuridad, la luz quemaba sus cuerpos y afectaba sus vistas.

El hombre de barba se incorporó y Mike sin inmutarse le propinó una patada que lo lanzó hacia la penumbra. Una de las bestias arremetió contra él y lo arrastró rápidamente hacia la oscuridad. Sus gritos de desesperación hicieron que la adrenalina corriera por mis venas nuevamente, me incorporé y jalé del brazo a Mike para que continuáramos.

Seguimos nuestra marcha y en el camino, lejos de la luz del poste, entre las sombras, un par de bestias se mantenían ocupadas devorando el cuerpo del segundo hombre. No había tiempo que perder, las bestias sabían cómo evadir los puntos de luz.

Los primeros rayos de sol aparecieron en el horizonte, el alba despuntaba tras las montañas y las bestias, finalmente, dejaron de seguirnos. Era una preocupación menos. Solo una decena de prisioneros había sobrevivido la noche.

Mi mente divagaba entre la realidad y el sueño, aun sentía las pesadas pisadas de las bestias tras nosotros, sus jadeos seguía haciendo eco en mis oídos. Mis piernas apenas podían continuar con el ritmo, sin embargo, sin darnos cuenta, habíamos llegado al interior del pueblo. Las casas a los lados de la vía mantenían sus puertas y ventanas cerradas.

El sonido del agua corriendo de una fuente en el centro de una plaza nos llamó la atención. Teníamos más de 24 horas sin probar agua. Hice un esfuerzo y arrastre mis pesados pies hasta el oasis que se nos presentaba más adelante. Quería bañarme en él, esperar unos minutos más, mientras mi cuerpo se recuperaba del infierno que había vivido.

Otros prisioneros encontraron fuerzas en su deseo por calmar su sed y llegaron antes que Mike y yo. Zambulleron sus cabezas y saciaron su sed. Sus rostros denotaban un alivio divino con el solo placer de sentir el agua en sus bocas. Mi garganta seca pedía a gritos una gota del líquido cristalino. Nos faltaban unos metros y ya mi áspera lengua saboreaba su sabor inconfundible.

Sentí en mi hombro la mano de Mike y mis labios rotos y secos trataron de dibujar una sonrisa. Lo habíamos logrado. Sin embargo, el rostro de Mike estaba tan duro como una roca. Nos detuvimos a unos pasos de la fuente. Su mano aún seguía apretando mi hombro. Mi mente no entendía su insistencia por evitar saciar nuestra sed.

Apenas transcurrieron unos segundos cuando la mayoría de los prisioneros comenzaron a dar arcadas y escupir sangre de sus entrañas. Sus ojos comenzaron a llorar gotas de sangre y cayeron inertes al suelo. No podía creer lo que sucedía. Mi mente jamás habría imaginado que el agua estaba envenenada. Mike señaló con su brazo hacia el centro de la ciudad.

El edificio principal se erguía a unas calles de distancia. Si lográbamos llegar hasta allá, la pesadilla habría terminado de una vez por todas.

Solo quedamos 3 prisioneros de los 150 que habíamos llegado a la isla.

El edificio estaba a una cuadra de distancia. Sobre la entrada, había un gran reloj digital. Mostrando una cuenta regresiva, solo faltaban 15 minutos para que llegara a cero. Todos sabíamos lo que significaba eso, las cargas en nuestras cabezas harían explosión.

Mike no dejaba de fruncir su ceño, dejamos de trotar y comenzamos a caminar lentamente. Era ilógico su comportamiento, nuestra meta estaba a pocos metros. ¿Por qué demonios nos deteníamos ahora?

Miraba de lado a lado. Quizás exageraba en su paranoia, aunque había salvado mi vida 3 veces. Quise hacer un comentario, pero me hizo seña para que nos mantuviéramos en silencio. El hombre que nos acompañaba, pensó que era descabellado seguir esperando, de seguir así probablemente pereceríamos a metros de nuestra meta.

Mike se tocó la nariz. Al principio no entendí su seña pero pronto sentí un leve olor dulce flotando en el aire. Era el mismo que había sentido aquel momento en que estábamos en el pantano. El hombre perdió la paciencia y se adelantó, tras unos pasos, su cuerpo fue atravesado por una flecha y cayó a pocos metros de nosotros.

Mike tomó el cadáver del hombre y lo interpuso a manera de escudo entre nosotros y el arquero. Tres flechas más atravesaron el cuerpo, aun así seguíamos avanzando.

Nuevamente aparecieron los dos hombres con sus espadas y se lanzaron contra nosotros. Ninguno usaba armas de fuego, ya que no deseaban llamar la atención de otros cazadores. Evidentemente querían la recompensa, nuestras cabezas valían aún más ya que éramos los últimos con vida.

Algo metálico brilló desde la mano de Mike, en un par de segundos, el punzón había dado justo en la garganta de uno de nuestros atacantes.

En un arranque de furia, el otro atacante embistió a Mike. Éste respondió con una velocidad excepcional. A pesar de haber blandido su espada de frente, Mike lo esquivó, y en un movimiento rotatorio hizo que volara por encima de él y cayera de espaldas. Sin darse cuenta, Mike le había quitado su espada y sin perder más tiempo la enterró en su pecho.

De pronto, una flecha atravesó el hombro derecho de Mike. Sin prestar atención, sacó la catana del pecho del último atacante y corrió hacia donde se encontraba el arquero.

Rápidamente sacó otra flecha y la lanzó, pero ante la determinación y furia de Mike, solo rozó su brazo izquierdo. De inmediato, arrojó con fuerza la catana y esta se clavó en el pecho del arquero.

Todo había ocurrido en un par de minutos. En el reloj aún quedaban 5 minutos. Mike cayó de rodillas y luego se tendió boca arriba sobre el suelo. Mis piernas titubearon al tratar de llegar hasta Mike. Caí de bruces y me arrastré hasta donde se encontraba Mike.

Tomé las manos de Mike para que nos levantáramos y llegáramos a nuestro destino. Sin embargo, éste negó con su cabeza. Tomó mi mano entre las suyas y en su último aliento, susurró “Lo lamento”.

Indudablemente las flechas estaban envenenadas. Sin darme cuenta, Mike había dejado una insignia de tela en mi mano. La insignia de ranger. Jamás imaginé que Mike había sido uno de los guardias que habían masacrado a muchos de los rebeldes manifestantes en las protestas contra las injusticias sociales.

A duras penas me levanté y crucé los pocos metros que quedaban para llegar al edificio.

Al entrar, caí al suelo, mi cuerpo ya no daba más, el reloj llegó a cero y una voz artificial dio fin a la pesadilla.

“Felicidades, ya es un hombre libre”

Hasta la próxima, vaquero del espacio.



The thud of the penitentiary freighter's landing awakened the few passengers who could still sleep, most kept a watchful eye on the movements of the others. Finally, we had arrived at Ellis Island; on prisoner's faces, there was hope for a new beginning, a unique opportunity to grant full absolution.

Anxious glances watched the countdown on the large digital clock above the gates to freedom. It was impossible to remain calm on the seat, impatient knees rattled the shackles that imprisoned the ankles to the beat of the remaining seconds.

The hatches opened wide, letting in a gust of cold wind. It was intoxicating, the sweet scent of the salty beach air, the smell of freedom, which for some had been deprived for more than a dozen years; outside, the day was beginning to clear.

The clock reached zero, an alarm tone indicated that the handcuffs and shackles on the first row of seats had been deactivated. Without wasting a second, all the prisoners in the first row ran to freedom. Five seconds later, another alarm tone similar to the previous one signaled the release of the next row, increasing the waiting period with each row that was released. The doors would soon close, leaving very little time for the last rows, those of the most dangerous prisoners.

As soon as my restraints opened, I ran for freedom. Before I reached the exit, I glanced back and saw my cellmate still sitting in his seat. He was struggling with another prisoner who had grabbed him by the neck.

I wanted to turn back but felt a hand squeezing my arm.

"No time to waste," Mike hurried. He knew very well that we were no match for the prison group inward D, where assassins and mercenaries abounded. I looked down, remembering that it could have been me, had we not switched seats.

Still, I tried to break free to get to my companion but on his lips, I read a word that stuck in my mind, "Run". His neck gave way to the pressure of his attacker and in a matter of seconds, life vanished from his eyes.

"Come on! Remember why we're doing this," Mike shouted. Undoubtedly, there was no time to waste, they would soon be free of their restraints and come after us as well.

As we escaped, I mourned the loss of a good friend, it was inevitable to think that our humanity was reduced to the detestable phrase of every man for himself.

Outside, there were no traces of prisoners nearby, other than some decapitated bodies on the shore of the beach, those who had tried to escape by throwing themselves into the sea. Perhaps they had forgotten the explosive charges they had placed on our heads or perhaps they had been forced to throw themselves into the sea against their will.

The other eight companions were beckoning us up the hill; we ran up the hill without wasting any time. From our new position we could see an asphalt road leading to a village in the valley formed by mountain ranges; dozens of prisoners were running along the road, ahead of us.

After years of confinement, the fresh air and the landscape that the island offered us was a paradise, a glimpse of the longed-for freedom. The abundant and peaceful greenery made us forget our former life for a few moments, an experience that was soon overshadowed by the detonations of the firearms of the island's inhabitants.

The prisoners who chose to run along the paved road perished in their attempt to reach their destination faster. We managed to see in the distance some survivors fleeing in panic towards the areas covered by vegetation.

Our plan was risky but simple, find shelter and hide until nightfall. We all agreed not to use the paved road for the time being.

After the warning noise of a siren, the ship's retro thrusters ignited and the prison freighter took off, zooming away into the blue sky until it became a small dot. There was no turning back now.

Thanks to the map that my late cellmate got us, we found the swamp that would serve as our hiding place. We had to cover our bodies with mud and leaves to throw off the hunters and their hounds.

We had to keep completely still, no matter what happened. This was no easy task; the swamp was infested with strange vermin, pests that enjoyed roaming our bodies. We were at the mercy of the leeches that feasted on our limbs. But the hardest part was to endure the screams of the prisoners being slaughtered by the island's inhabitants. It was to be expected, with each death they made a juicy profit that added to their bank accounts.

Every second that passed seemed like an eternity. The crimson beams of light from their weapons crossed over us as they approached the place where we were hiding; I held my breath as I felt the heavy legs of the beasts that came looking for our scent. After a couple of laps around the area, they gave up and decided to look elsewhere. For a few moments, the danger had passed, but we had to wait until nightfall to continue on our way alive, even though we only had less than 24 hours to reach our destination.

Time was short, but no matter what happened, we had to keep waiting until dark. After what I assumed to be 30 minutes, plus minutes, minus minutes, the sounds stopped, creating a dull silence. Three of our companions carefully got up and seeing that there were no more hunters in the area, decided to continue advancing and gain distance. I wanted to do the same as them, my body could no longer stand another minute under the incessant bites of the hellish creatures, but again Mike held my arm.

I could hardly see him with all the mud on his body, the gleam in his eyes told me where his head was, he shook his head almost imperceptibly and closed his eyes again.

They had not gone more than 20 meters when one of them was pierced with an arrow. The subject fell down in front of the other two; surprised, each one immediately fled in different directions. It was the best alternative against a trained assassin; the time he took to decide which of the two to follow would give the other a chance to survive. However, after a whistle, two other hunters jumped out of the nearby trees and after a simultaneous metallic flash, both fugitives fell to their knees holding their throats. These were definitely not ordinary hunters, they were specialists, perhaps ex-military men who enjoyed killing with silent weapons.

I closed my eyes and gritted my teeth. It was the second time Mike had saved my life. Again there was complete silence in the area. I had to calm down, slowed my breathing, and put my thoughts elsewhere.

I focused on my beloved Clara, the reason I decided to accept this nightmare to reduce my sentence drastically. I remember it was summer, the heat was sweltering. A group of protesters and I were demonstrating for workers' rights and social injustices. The armed forces charged at us and threw tear gas bombs at us. One of them hit me in the stomach and I almost lost consciousness; the gas spread very close to me, I could not breathe and my eyes were burning. She suddenly appeared, kicking the can towards the officers. Immediately. All the other rebels imitated her action, pushing the troops back. She then took the opportunity to put a handkerchief with vinegar on my face to counteract the effect of the tear gas. I had never met a woman with so much courage.

Her sweet youthful face, green eyes, and long brown hair made her look like a delicate flower, but in reality, she could be as fearsome as a wounded beast. A woman who didn't mind getting her hands dirty if necessary.

I took refuge in her memory and the hours slipped away.

Day turned into night. The darkness allowed us to move freely without risking falling victim to the dwellers and would also help us cover the distance we still had to travel. Even so, the night was still dangerous, and soon we would know very well the reason why dwellers and hunters stopped hunting us at nightfall.

The few of us who remained began to run for our lives, to make up for a lost time. It was time to use the paved road. We had to cover about 50 kilometers in less than 8 hours. Exhausted and hungry we started our long march.

Every 5 kilometers there was a light post, at the foot of which there was a number indicating the distance covered. At first, we did not understand what their objective was, unfortunately, we found out in the worst way.

We caught up with another group of prisoners who had planned the same strategy, we decided to join their jog. After a while, we began to hear panting and grunting behind us, the darkness prevented us from discerning what this new danger was about.

Soon the gleam of dozens of eyes followed us closely accompanied by fierce fangs. But they did not quicken their pace to catch up with us. They trotted pleasantly waiting for exhaustion to catch up with us, by then they would be lunging at us mercilessly.

I concentrated on the blackish road that stretched out in front of me, the endless white lines that followed us on either side of the road; we all walked at a gentle trotting pace to maintain speed without tiring ourselves out too much.

Large drops trickled down my forehead and pooled on my eyebrows, occasionally falling into my eyes and I felt the sting of my sweat. The panting became closer, making us increase our speed even more. It was clear that their patience was wearing thin.

After the fourth post, my legs began to feel the fatigue, sore muscles protesting from time to time with strong jerks. I had to continue, so I quickened my pace to leave the group of stragglers. Suddenly there was a cry of dread that chilled my blood.

One of the beasts had tired of playing with the food and jumped on its prey. An overweight man who could no longer bear his soul, he had slowed down too much and fell victim to the hungry beasts. In the total darkness, we could only imagine what was happening. His screams ceased in a matter of seconds and were replaced by the grunts of beasts defending their booty.

Apparently, they didn't like to share food with each other.

The poor devil's body only increased their hunger even more. Soon, we felt their panting behind us again.

By the time we reached the fifth pole, my legs felt like they were made of cement. A couple of prisoners slowed down and stood around me, keeping their distance. My mind was delirious with fatigue and I couldn't predict their intentions. The bearded man to my left fixed his eyes on me and then glanced at his companion. Everything happened very fast, I turned to look at the other and felt a strong blow to my face that made me lose my balance and fall flat on my face. Then I felt a kick in the stomach.

The only thing I could see was the legs of other prisoners who continued on their way without slowing down.

I was too exhausted to defend myself from their blows. On the ground, I felt the bearded man's knees dig into my ribs, I could barely breathe. The glint of a makeshift awl appeared in his hands and I thought it was the end of me.

"The mayor sends his greetings," he blurted out.

Then I remembered his face, it was the same man who had ended the life of my cellmate. Possibly he had confused us on that occasion. I closed my eyes and waited for the inevitable. Suddenly I heard his body hit the ground and when I could open my eyes wide, I saw Mike with a stick in his hands hitting the second prisoner.

For a few moments we forgot the danger of the beasts following us, the second prisoner fled the site when he heard the fierce roars. We were at the mercy of the predators and I had barely recovered from the blows I had received.

"Go away!", I shouted to Mike. "Run!", I shouted again remembering my former cellmate.

Mike held his rod tighter and waited for them to attack us but to our surprise, the beasts couldn't get near the light of the pole. Apparently, they were not normal beasts, possibly they had been genetically modified to attack in the dark, the light burned their bodies and affected their sights.

The bearded man sat up and Mike undaunted delivered a kick that launched him into the gloom. One of the beasts lunged at him and quickly dragged him into the darkness. His screams of desperation sent adrenaline coursing through my veins again, I stood up and pulled Mike by the arm to keep us going.

We continued our march and along the way, away from the light of the pole, in the shadows, a couple of beasts were busy devouring the body of the second man. There was no time to lose, the beasts knew how to evade the points of light.

The first rays of sunlight appeared on the horizon, dawn was breaking behind the mountains and the beasts finally stopped following us. It was one less worry. Only a dozen prisoners had survived the night.

My mind wandered between reality and sleep, I could still feel the heavy footsteps of the beasts behind us, their panting echoing in my ears. My legs could barely keep up with the pace, yet before we knew it, we had reached the interior of the town. The houses on the sides of the road kept their doors and windows closed.

The sound of water running from a fountain in the center of a square caught our attention. We had not tasted water for more than 24 hours. I made an effort and dragged my heavy feet to the oasis ahead. I wanted to bathe in it, to wait a few more minutes, while my body recovered from the hell I had lived through.

Other prisoners found strength in their desire to quench their thirst and arrived before Mike and me. They dipped their heads and quenched their thirst. Their faces showed divine relief at the sheer pleasure of feeling the water in their mouths. My dry throat was screaming for a drop of the crystalline liquid. We were a few meters away and my rough tongue was already tasting its unmistakable flavor.

I felt Mike's hand on my shoulder and my cracked, dry lips tried to draw a smile. We had made it. However, Mike's face was as hard as a rock. We stopped a few steps away from the fountain. His hand was still squeezing my shoulder. My mind did not understand his insistence to avoid quenching our thirst.

Barely a few seconds passed when most of the prisoners began to retch and spit blood from their guts. Their eyes began to weep drops of blood and they fell limp to the ground. I could not believe what was happening. My mind would never have guessed that the water was poisoned. Mike pointed his arm toward the center of town.

The main building stood a few streets away. If we could get there, the nightmare would be over once and for all.

There were only 3 prisoners left of the 150 of us who had arrived on the island.

The building was a block away. Above the entrance, there was a large digital clock. Showing a countdown, it was only 15 minutes to zero. We all knew what that meant, the charges in our heads would go off.

Mike kept frowning at us, we stopped jogging and started walking slowly. It was illogical his behavior, our goal was only a few meters away, why the hell were we stopping now?

He was looking from side to side. Maybe he was exaggerating in his paranoia, although he had saved my life 3 times. I wanted to make a comment, but he motioned for us to keep quiet. The man accompanying us thought it was foolish to keep waiting, if we kept this up we would probably perish within yards of our goal.

Mike touched his nose. At first, I didn't understand his signal but soon I sensed a faint sweet smell wafting in the air. It was the same one I had smelled that time we were in the swamp. The man lost his patience and moved forward, after a few steps, his body was pierced by an arrow and fell a few meters away from us.

Mike took the man's corpse and put it as a shield between us and the archer. Three more arrows pierced the body, yet we kept moving forward.

Again the two men appeared with their swords and rushed at us. Neither used firearms, as they did not wish to attract the attention of other hunters. Evidently, they wanted the bounty, our heads were worth even more since we were the last ones alive.

Something metallic gleaned from Mike's hand, in a couple of seconds, the awl had struck right into the throat of one of our attackers.

In a fit of rage, the other attacker charged Mike, who responded with exceptional speed. Despite having swung his sword head-on, Mike dodged it, and in spinning, motion sent it flying over him and landing on his back. Without realizing it, Mike had taken his sword from him and without wasting any more time buried it in his chest.

Suddenly, an arrow pierced Mike's right shoulder. Without paying attention, he pulled the katana from the chest of the last attacker and ran to where the archer was.

He quickly pulled out another arrow and shot it, but in the face of Mike's determination and fury, it only grazed his left arm. Immediately, he swung the katana hard and it stuck in the archer's chest.

It had all happened in a couple of minutes. There were still five minutes left on the clock. Mike fell to his knees and then lay face up on the ground. My legs faltered as I tried to reach Mike. I fell flat on my face and crawled over to where Mike lay.

I grabbed Mike's hands to pull us up and get to our destination. However, he shook his head. He took my hand in his and in his last breath, whispered, "I'm sorry."

The arrows were undoubtedly poisoned. Before I knew it, Mike had left a cloth badge in my hand. The ranger badge. I never imagined that Mike had been one of the rangers who had massacred many of the unruly demonstrators in the protests against social injustices.

I struggled to my feet and crossed the few yards to the building.

As I entered, I fell to the ground, my body no longer giving out, the clock reached zero and an artificial voice put an end to the nightmare.

"Congratulations, you are now a free man."

See you next time, space cowboy.

Authors get paid when people like you upvote their post.
If you enjoyed what you read here, create your account today and start earning FREE BLURT!
Sort Order:  

Buena historia, me recuerda al cuento que leí una vez de Stephen King El fugitivo, de la que luego sacaron una película The Running Man, con Arnold Schwarzenegger, María Conchita Alonso, Jesse Ventura, Jim Brown, y Richard Dawson. La película no era muy apegada al libro, pero era divertida y era una buena película de acción para los años 80 del siglo pasado.

Incluso lo de ponerles un collar bomba y de organizar cacerías humanas eran cosas que estaban en la película.

  ·  4 years ago  ·  

Hola! Muy agradecido por haber leído mi historia ^_^

Había olvidado esa película. Nunca estuvo entre mis favoritas de Schwarzenegger. Pero fue interesante ya que era un vistazo al futuro sobre el poder que tendría la televisión sobre la sociedad.

Lo de las bombas en la cabeza lo saqué de Suicide Squad. La carrera me recordó otro de Stephen King llamado La larga marcha.

Creo que se me pasó la mano en lo largo de la historia.

Saludos

Siempre que se escribe se tiene alguna influencia, tanto de la propia vida como de las obras que se han leído, visto o disfrutado. Cierto que en Suicide Squad estaba lo de inyectar una bomba en la base del cuello, aunque es una idea vieja, de hecho en la película de inicios de los 80 Escape de Nueva York al protagonista lo envían a una misión de rescate que es suicida y para asegurarse que no se escape, pues es un criminal, le inyectan un explosivo con detonación por tiempo en la base del cráneo.

Fuente de la imagen

Era una película de acción dirigida por John Carpenter​ y protagonizada por Kurt Russell, hoy en día nos podemos reír de sus efectos especiales y de la construcción de los personajes, pero funcionaron bien en su época y aún disfruto ver esas viejas películas de mi juventud.

  ·  4 years ago  ·  

Si recuerdo esa, pero de haberla visto en TCM, jejejee. Muy buena

  ·  4 years ago  ·  

Gracias por compartir tu publicación en #Blurt. Tu esfuerzo significa mucho para nosotros; por eso has recibido un voto positivo.

Te invito a votar por @blurtlatam como Testigo / Witness

1


  ·  4 years ago  ·  

Es un placer para mi ^_^

Congratulations, your post has been curated by @dsc-r2cornell. You can use the tag #R2cornell. Also, find us on Discord

Manually curated by @blessed-girl

logo3 Discord.png

Felicitaciones, su publicación ha sido votada por @ dsc-r2cornell. Puedes usar el tag #R2cornell. También, nos puedes encontrar en Discord

  ·  4 years ago  ·  

Muy agradecido por su apoyo ^_^

Esta publicación ha recibido el voto de @blurthispano. Te invitamos a usar el tag #blurthispano. Nos puedes encontrar en Discord

Te invitamos a votar por @blurthispano como Witness

1

  ·  4 years ago  ·  

Muy agradecido por su apoyo ^_^